El inicio del fin

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*Narrado por TK

Hace UN AÑO.

Salíamos a correr a menudo, casi desde los primeros años de instituto. Después de una infancia entre médicos, Kari cuidaba su forma física con doctrina militar. Como si fuera un tesoro. En realidad, pese a su aspecto frágil, Kari tenía una fuerza física envidiable para cualquier atleta olímpico. Rara vez la oía jadear tras media hora de marcha. Era de las pocas personas, y por no decir la única chica, que me seguía con paso ligero casi sin despeinarse. Las gotas de sudor terminaban siempre empapándole la camiseta blanca y rizándole el pelo de la nuca. Pero siempre que terminábamos el entrenamiento su respiración no se había alterado lo más mínimo, mientras que yo siempre acababa escuchando mi corazón reventarme los oídos.

Aquella tarde no fue distinta. El sol empezaba a ponerse detrás de los edificios que se veían más allá del parque, como enormes estructuras de metal haciéndole de barrera al cielo. Se oían los pájaros y soplaba una agradable brisa primaveral. Los días empezaban a alargarse y a inundarse de una luz cálida que lo teñía todo de colores ocres.

El reloj de mi muñeca empezó a pitar marcando la media hora de carrera, y Kari se detuvo lentamente, terminando apoyando la espalda en un árbol. ¿Estaba cansada?

-Te haces mayor Yagami. -Le sonreí, recuperando el aliento.

Kari se quitó entonces lo auriculares blancos que emitían en sus oídos la música de Karen O. Yo siempre he pensado que tenía un gusto pésimo para la música. Y me miró con cierto aire de nostalgia.

En realidad, tenía que haberlo adivinado entonces. Llevaba toda la semana extremadamente callada incluso para ella. En nuestras últimas quedadas, había estado completamente ausente y esquiva.

Agachó la cabeza y se miró los cordones de los zapatos durante unos segundos que me parecieron horas. Sabía que iba a decirme algo malo, seguramente algo que llevaba preocupándole muchos días. De repente me pareció una niña pequeña asustada y el corazón empezó a resonar dentro de mi cabeza con más fuerza que antes.

-Voy a marcharme a París. Me han aceptado en la escuela de baile, Jaques dice que soy muy buena. -Lo soltó de forma excesivamente rápida, casi como si hubiera estado practicando aquella frase durante la última media hora, como si necesitara soltar un lastre que sujetaba durante mucho tiempo. Como si aquello le permitiera volver a coger aire- Pero, necesito saber...

- ¡Es genial! -le interrumpí- No sé por qué no estás contenta, -claro que lo sabía- es lo que siempre has querido.- Empecé a tener un sabor a óxido en la boca, y a ver destellos a mí alrededor.

Podía haber fingido que me mareaba por la carrera, pero todas las semanas salíamos a correr y sé que no habría colado ni de coña.

Jaques era un caza talentos francés que había venido a la ciudad de no sé qué academia mundialmente famosa para llevarse a Kari. Una recomendación de su profesora actual. Kari me lo había explicado muchas veces, pero yo nunca quise escucharla y la verdad que no lo había vivido como una amenaza, mi cabeza simplemente no lo había retenido. Fui un imbécil.

Yo la había visto bailar innumerables veces. Y aunque me jodiera reconocerlo en aquel instante, era buena. Era muy buena. Casi etérea. Había algo felino instintivo y animal en su forma de bailar que le daba una fuerza sensual en cada paso. Y al mismo tiempo hacia todo con tanta elegancia que tenía sentido. Como si estuviera justo donde debía estar. Su cuerpo se tensaba, y el aire se dibujaba a su alrededor.

La última vez que la vi bailar, recuerdo que aún era invierno. Recuerdo que mi aliento dibujaba vapor a cada bocanada de aire mientras salía del periódico donde era becario. Ella había dejado el móvil en el suelo reproduciendo una música profunda, y palpitante. Un sonido de violines extremadamente triste. Estaba tan sincronizada con la música que parecía que emanaba de sus movimientos. Como si la creara. El baile era intenso y amenazador.

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