París

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**Narrado por Tk

Conducía a toda velocidad por la Rue Lechard. Los edificios de aquella parte de la ciudad se levantaban señoriales y sombríos, apenas iluminados en sus niveles más altos por los rayos naranjas del sol que anunciaba la media tarde. El sonido del motor de aquel viejo Toyota rugía por las calles impidiéndome escuchar mis pensamientos, aunque mi mente no era capaz de hacer frases con sentido, estaba fija en aquel último mensaje:

"Ayúdame".

Nada más.

-La idea es llegar, Tk, si sigues conduciendo así, vamos a estrellarnos en el primer cruce que pilles. -Tai iba de copiloto, seguro había vivido alguna que otra persecución policial, pero iba agarrado a la anilla del coche como una vieja jubilada cuando se monta en el coche de su nieto.

Su voz sonaba con la misma preocupación que había en mi cabeza. Pero tenía razón y solté un poco el acelerador, haciendo que el coche disminuyera la velocidad, al menos, hasta una aceptable para la vía urbana. 

Tai no había vuelto a ser el mismo conmigo desde la salida de Kari, como si hubiera sido culpa mía. El último año había supuesto una distancia infinita entre ambos. Pero desde el mensaje, había vuelto a ser paternal conmigo, a preocuparse por mí, aunque intentara ocultarlo. Quizás solo estaba preocupado en general. Además, yo sabía que le había dolido que aquel mensaje llegara a mi móvil y no al suyo.

Sujetaba su dispositivo digital con fuerza, que seguía inerte en su puño izquierdo, y miraba por la ventanilla del copiloto fijándose en los números de los portales.

-Estamos cerca, vamos por el 72 -dijo intentando fijarse en todo, con su mirada policial de inspector–. Aparca donde puedas.

Sora y Davis iban en los asientos de atrás. Todos teníamos aspecto de no haber dormido en una semana y de no habernos duchado en varios días. Había sido un viaje larguísimo en avión, autobuses y coche desde Odaiba hasta Paris. Sora llamaba por teléfono de forma ininterrumpida una y otra vez, pero solo se oía una señal vaga de que, al otro lado, no contestaba nadie. Davis miraba por la ventana, pero a diferencia de Tai, se notaba que no sabía qué cojones estaba buscando.

La imagen intrusiva de Kari me perseguía sin piedad. Había momentos, en los que creo que era capaz de oír su voz resonando en lo más oscuro de mi cabeza, llamándome a gritos.

Una vibración que consiguió meterse dentro de mi pecho sonó en todo el coche. Nuestros cuatro teléfonos móviles sonaron a la vez con el leve sonido corto de un mensaje. Davis sacó el suyo y sonrió.

-Es Izzy, chicos. Dice que, en una hora, abre la puerta digital. -Se le notaba entusiasmado-. Ese genio cabrón lo ha conseguido, ¡os dije que lo conseguiría! –Su voz sonaba tan esperanzada que me parecía que estaba hablando a otras personas y no a nosotros.

Tai me dio un puñetazo de hermandad en el hombro, para mostrar su contento, y noté que Sora suspiraba aliviada. A mi aquella noticia, sin embargo, me sonó inminente, casi como una amenaza. Tenía una hora para encontrarla y no sabía siquiera dónde empezar a buscar, si estaría a salvo, a quien preguntar por ella... Notaba una soga en el cuello apretar a cada minuto con más fuerza. Lo que si sabia era que no pensaba irme a ningún sitio sin ella.

-Creo que aquel edifico del fondo de la calle es la academia -dijo Sora-. Me suena muchísimo. Aparca aquí, Tk, vamos andando.

Aparqué el coche en el primer sitio que pude. La calle transmitía vida en cada rincón. Estaba abarrotada de transeúntes caminando de forma tranquila, las terrazas de los cafés estaban llenas de charlas alegres, había varias tiendas de aspecto caro; los adoquines brillantes resbalaban bajo nuestros pies, parecía que el día anterior había llovido; lía a azúcar quemado y pan recién hecho. Muy parisino todo, pensé.

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