Vértigo

Extra. Matt y Sora.

Narrado por Matt*

Llevaba esperando a que llegara mi hermano pequeño a casa casi veinte minutos. Llegaba terriblemente tarde, y mi paciencia empezaba a agotarse. Cuando di por perdido verle aquella noche, cogí mi cazadora de cuero negra y salí del apartamento vacío.

Estoy en cinco minutos, el cabrón de mi hermano no viene. Matt

Esperándote, cuida con la moto. Sora.

Cogí el casco, me subí a mi Yamaha, e hice rugir el motor un par de veces antes de iniciar la macha. Efectivamente, el bar estaba a escasos diez minutos por carretera. Pero preferí eso a ir andando para llegar antes por mi evidente retraso. Aparqué la moto, y por la ventana del bar, ya pude ver a mis dos amigos riéndose mientras me esperaban. Tai parecía algo cansado, pero no le di importancia, y Sora sonreía alegre con cierto aire de preocupación.

Entré al bar, pedí una pinta, y me senté con mis amigos:

-Está con Kari -aclaró Tai. - La enana tenía una audición y luego se iban a tomar algo. No creo que llegue a casa hasta la una de la mañana al menos.

-Gracias por avisar.

-El que te ha dado plantón es tu hermano -gruñó Tai.

-Cuando está con tu hermana se olvida del puto mundo, mañana le daré una paliza -aclaré, dando un gran trago a mi cerveza.

-Si no fuera claramente homosexual, me preocuparía -bromeó Tai.

-Qué dices payaso -refunfuñé-. Algún día los pillaras follando en tu sofá y me voy a reír.

-Asúmelo rubio, tu hermano suele llevar sombrero...-y me tiró una patata frita del bol que había en medio de la mesa.

Los tres reímos a carcajadas y brindamos con nuestras respectivas bebidas. Solo entonces me di cuenta, de que con el cabreo que llevaba, no había saludado a ninguno de los dos en condiciones, y decidí darle un beso en la mejilla a Sora, que se sentaba a mi lado. Yo trabajaba por aquel entonces en una discográfica como compositor, solo estaba empezando.
Me había mudado hacía ya un año a Estados Unidos con mi padre en busca de una oportunidad, la industria en América es claramente más grande y abarca más territorio.
Soy una persona bastante independiente, a veces incluso demasiado. Llevaba con Sora por aquel entonces un par de años. Y la verdad que la distancia al menos para mí, no había supuesto una separación real. Aunque no lo sabía entonces, Sora, desde que Tai empezó a obsesionarse con aquella chica, y había empezado a dedicarle excesivo tiempo a su trabajo, se sentía un poco sola.

Bebimos y decidimos cenar en ese mismo bar, mientras nos contábamos las últimas novedades de nuestras vidas. Tai hablaba siempre con esa pasión que le caracterizaba. Su vida parecía, contada por él, una película de detectives o acción. Era incluso hipnótico escucharle hablar de sí mismo. Sora y yo, de cuando en cuando, nos acariciábamos la mano debajo de la mesa, para intentar recordarnos que estábamos ahí. La verdad es que aquella noche, lo que nos contó Tai, sobre el asesinato de Rika, nos dejó el corazón helado y en vez de pasión, yo notaba una rabia inmensa en sus palabras.

-Es horrible Tai... tan joven, y muerta de esa manera -susurró Sora-. Tienes que estar destrozado.

-Intento no pensarlo, pero es que no se me quita de la cabeza desde que la vi -aclaró Tai.

-Supongo que es como cuando eres médico y se te muere el primer paciente, el primer caso no se olvida. Es normal tío, al final, tu trabajas con las desgracias de las personas... date tiempo. -la verdad que yo no era capaz de comprender como se sentía.

- ¿Podemos hacer algo Tai? -preguntó Sora, separando la mano de mí. Ahí estaba otra vez, ese instinto protector.

Sora no sentía nada por Tai, lo tenía clarísimo, no en el sentido romántico. Pero siempre tenía un instinto protector y maternal hacia él, a veces incluso sobrepasaba lo socialmente aceptado, pero siempre llegábamos a la conclusión de que nuestras relaciones no podían ser normales. No con los elegidos. Hemos compartido lazos mucho más fuertes que la sangre. No es lo sólido que son los nudos, es que el hilo es de alambre.