Despertares

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Narrado por Kari.**

Estoy sola. Pero de repente, ya no tengo miedo. Ya no siento tanto dolor. Solo veo una luz blanca a mi alrededor. Es tan cálida. Sigo sin entender qué ha pasado, qué ocurre. Esa voz que me habla... no puedo evitar sentir una atracción irrefrenable, pero no entiendo qué quiere decirme. No sé en qué dirección tengo que empezar a correr, solo, que estoy dispuesta a hacerlo:

-Sigo sin entenderlo. ¿Qué estás intentando decirme? -pregunté.

-Eso depende. ¿Qué estás intentando preguntarme?

....

....

Desperté con el sonido del viento, y los pájaros a través de la ventana. Creo que era media mañana y entraba una cálida luz transparente iluminándolo todo. Mire al techo que por supuesto no reconocía. La espalda me dolía tanto que era incapaz de moverme. Escuché una voz en la lejanía como un eco perdido. Cuando mis pupilas se habían acostumbrado a la luz, miré a mi alrededor. Estaba Tai, con cara de no haber dormido en un mes, creo que lloraba. Me estaba hablando, pero no era capaz de entender, solo oía ruidos inconexos.

Recordé que aquella sensación me resultaba terriblemente familiar. Hacía muchos años, creo que yo tenía unos cinco años, desperté en una situación similar, con mil vías y rodeada de cables, al lado de mi desesperada madre que no dejaba de llorar. Yo no entendía por qué lloraba entonces, llegué a imaginarme que me había vuelto invisible y no me estaba viendo, que no podía oírme. Pero yo sí que me veía.

Despertarme entre tanta tragedia conseguía que me dieran tres nudos en el corazón, que lo notaba latir con fuerza. Siempre me concentraba en eso, en el latido constante de mi corazón. Pumpum pumpum pumpum. Ese repiqueteo constante, como el metrónomo de mi vida, el tempo constante de mi pecho. Y así entendía, que seguía viva... Que estaba presente. 

"Tienes que descansar" creo que escuché. Era una orden que había oído tantas veces. Y la odiaba con todas mis fuerzas, porque significaba que había vuelto a perder el control. Que volvía a ser débil

Intenté gritarle a mi hermano con todas mis fuerzas, pero no era capaz de oírme, simplemente, porque mis cuerdas vocales no emitían ningún sonido, aunque yo quisiera. Todo transcurría entre las profundidades del sueño más pesado y un intento de lucidez. No sé cuánto tiempo pasó, pero al final, recuerdo que conseguí mover las manos, y apretarle la palma a ese hermano desesperado que no se separaba de mi lado. Giré la cabeza con dificultad para mirarle, y me sonrió:

-Kari, estás bien, estás a salvo -me repetía una y otra vez.

A mis pies, pude ver a un médico cambiar uno de los sueros que tenía colgados de una vía, su cara me resultaba tan familiar. Volví a cerrar los ojos.

Tras lo que me parecieron siglos vagando por el desierto, finalmente, conseguí tragar saliva y decir:

-Tengo muchísima sed -susurré.

Mire a mi lado, Tai seguía ahí, yo creo que llevaba tres años ahí como una estatua de piedra:

- ¿Cómo estás? -me preguntó

-Me duele la cabeza, y tengo muchísima sed -pude decir con tremendo acierto.

-Los analgésicos harán efecto enseguida, y si conseguimos incorporarte un poco, intentamos que bebas un poco de agua. -dijo el médico a mis pies. Tenía los brazos cruzados, y el sol se le reflejaba en las gafas.

- ¿Joe?

-Bueno, tu memoria está intacta -me sonrió.

No necesité ayuda para incorporarme, hice un esfuerzo titánico fingiendo absoluta normalidad que no se creyó nadie con mi gesto de dolor, y me senté en la cama:

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