Vértigo.

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Sensación subjetiva de miedo a precipitarse desde una gran altura. **


La tumbó en su cama, y se sentó al borde del colchón esperando que despertara. En su cabeza no dejaba de pelear con la imagen borrosa de Jaques. La media sonrisa en mitad de la escuela, claro que le había visto. Iba siempre dos pasos por delante.

Solo podía maldecirle en su cabeza una y otra vez. Y se había ido con Kari, casi un año... Se imaginó su sonrisa triunfante cuando la apartó de su lado, o cuando la arrastró hasta el mar oscuro. Se lo imaginó en su cabeza en mil situaciones con Kari, mientras él vivía ajeno al peligro, sumido en el enfado y la culpa. Se lo imaginó jactándose de sus triunfos, de como él ni siquiera se había dado cuenta de que estaba perdiendo. Pero la habían rescatado. Habían llegado a tiempo. Traga plomo, hijo de puta, pensó. Ahora sabían quién era, y podían ir a por él.

Kari empezó a despertar, entreabriendo los ojos, haciendo pequeños ruidos con una respiración más acelerada. Tk se incorporó y le acarició el brazo suavemente:

- ¿Qué ha pasado? -preguntó ella.

-La versión oficial es que te has desmayado. -dijo Tk. - pero creo que alguien estaba volviendo a llamarte.

Kari dudó un momento y se incorporó sobre la cama. Se llevó la mano a la cabeza que le dolía a horrores, e intentó pensar. Pero esta vez no recordaba absolutamente nada:

-Jaques... -dijo al fin.

-Creemos que está detrás de todo esto.

Kari parecía confundida. Pero en su cabeza toda empezaba a tener sentido. Durante este último año, se había visto terriblemente atraída hacia él. No en un sentido sexual, ni romántico. Era más obsesivo que eso. Por parte de él hacia ella, y aunque le daba vergüenza reconocerlo, también por parte de ella hacia él. Se había visto envuelta en una especie de atracción constante que la obligaba a permanecer cerca de su profesor. Hablaban casi cada día durante mucho tiempo. Habían cenado juntos. Estaba presente en casi todas sus clases, en sus ensayos interminables hasta altas horas de la noche. Y se había descubierto a sí misma confesándole recuerdos, sentimientos, y detalles, que no solía compartir con nadie. Y de repente recordó cómo se sentía ella misma cuando estaba con él cerca. Ese plomizo peso sobre el pecho, esa sensación de angustia. Casi siempre, tras haber estado cerca suya, solo podía dibujar en su vieja libreta hasta que despejaba la mente. Como si la estuviera consumiendo o volviendo loca poco a poco...:

-Lo solucionaremos -interrumpió Tk. - Te lo dije, de verdad. Lo solucionaremos.

-Ha muerto gente TK... Joder ha muerto gente. –se miró nerviosa las manos, como si aquellas muertes la hubieran manchado de sangre. - Yo quería apartar esto de ti...

-Lo sé- le cogió las manos de forma tierna intentando calmarla. – Pero no es culpa tuya.

-No. Es este emblema...-se atrevió a decir la castaña intentando no llorar, llevándose las manos a la cabeza. - No dejo de oír sus voces.

Tk la abrazó. Para intentar sacarla de su discurso destructivo, que empezaba a engullirla. La estrechó fuerte entre sus brazos, porque ya no tenía que luchar sola. Todos estaban ahí. Él estaba ahí, como había jurado, para protegerla:

-Lo solucionaremos –volvió a repetir.

Cuando Kari descansó su respiración agitada, Tk se tumbó a su lado en la cama. Tenían pocos minutos antes de bajar al salón de nuevo o antes de que Tai volviera a preguntar cómo estaba. Pero esos minutos, iba a concentrarse en ella. Iba a memorizar cada pestaña, las pecas de su rostro, el olor que siempre inundaba todo haciendo que se sintiera en casa.

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