N u e v e

930 100 1
                                    

La situación cambió por completo luego de aquel bonito beso que Max le obsequió bajo la mirada desdeñosa de los respectivos presentes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La situación cambió por completo luego de aquel bonito beso que Max le obsequió bajo la mirada desdeñosa de los respectivos presentes. Cambio porque gracias a este ahora no les tenía miedo, ni mucho menos se sentía avergonzado de ser quien era.
Al contrario. Max le devolvió la confianza y la seguridad que creyó haber perdido cuando ingresó al destacado restaurante.

Y ahora elevaba la cabeza con orgullo y petulancia, sin dejarse atemorizar por las miradas desafiantes de aquellas omegas que lo menospreciaban.

El chico malo que no se dejaba intimidar por nadie había regresado y lo demostraba sin problema con la nueva postura que había tomado.

Sin embargo procuraba mantenerse al margen de la situación, puesto que no quería defraudar al alfa. No cuando sentía que se lo debía.

Así que allí se encontraba, luciendo más seguro que nunca, mientras que un aluvión de palabras extranjeras se dispersaban sin control en la mesa.

Le gustaba aquel idioma. Era entretenido escucharlo aún cuando no entendía nada. Pero le gustaba más cuando Max lo hablaba. Era deleitoso escuchar el acento italiano resbalando de sus labios, el cual casi no se notaba cuando hablaba con él.

La comida ya había llegado, y Sergio notó que la mayoría de los platillos eran nada más y nada menos que pasta. Cómo no lo supuso.

También descubrió que cada omega cenaba lo mismo que su alfa sin ningún tipo de reproches. Max había ordenado spaghetti all’amatriciana, por lo que eso mismo fue destinado a él.

La idea de oponerse ni siquiera pasó por su mente. Por lo tanto tomó un par de cubiertos de la gran variedad que había, y estaba a punto de disponerse a cortar los fideos cuando una mano ajena desde su derecha lo detuvo.

Sergio se volteó hacía la omega extrañado. Ella era rubia y de tez bronceada. Parecía ser mucho mayor que él, mucho mayor y mucho más refinada. Se erguia con elegancia en su lugar luciendo un ajustado vestido negro que realizaba una increíble muestra de sus atributos. 

—Es una falta de respeto para los italianos —murmuró ella con disimulo.

—¿Qué? —preguntó realmente confundido.

—Cortarlos, no lo hagas —le aconsejó—, se enojará. Es tradición.

—Oh…

Sergio dejó el cuchillo y echó un vistazo hacia su izquierda, hacía su alfa precisamente. Se encontraba metido dentro de una conversación, ignorando por completo su situación, mientras que distraídamente enrollaba la pasta con el tenedor, dándole vueltas y más vueltas.

Bueno, cómo iba a saberlo. Desde pequeño, siempre había preferido cortarlos, porque detestaba que fueran tan largos y que por culpa de ello terminara manchando su ropa con la salsa de tomate.

Por eso los cortaba, para ahorrarse los castigos por una camiseta sucia.

Pero el asunto cambió, y ahora el castigo vendría si no los comía como debía. Genial. No pretendía hacerle enojar, por lo que decidió hacerle caso a la omega.

Sublime Dominación || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora