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El robusto alfa lo obligó a subirse a la parte trasera del auto

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El robusto alfa lo obligó a subirse a la parte trasera del auto. Poco después se colocó frente al volante cargando en su rostro la expresión más solemne. No mencionó palabra alguna durante el viaje. Tampoco se quejó del angustioso llanto, ni de los gritos histéricos que dejaba salir el omega angustiado.

Sergio estaba aterrorizado, hecho una bolita en un rincón del asiento, suplicando al alfa que lo dejara ir, o en su defecto, que lo mataran ahí mismo.

Nada resultó. Y el desasosiego fue creciendo a medida que notaba descender la velocidad del auto, deteniéndose frente a un sitio que él desconocía.

Todo estaba demasiado oscuro, y sus ojos completamente hinchados y llorosos no lograban distinguir demasiado. El auto avanzó, adentrándose a un estacionamiento subterráneo.

Minutos más tarde, Sergio se encontraba siendo empujado por el hombre de mirada gélida. No sabía a dónde lo enviaba, ni qué le haría. Aunque no podía imaginarlo,  y de solo pensar en ello su estómago se contraía.

Subieron por una estrecha escalera apenas iluminada. Y continuaron subiendo, uno o dos, o quizás tres pisos. Sergio no supo contarlos. Solo sabía que cuando dejaron de subir estaba realmente exhausto. Con su corazón palpitando como loco en el pecho.

El omega no quería seguir y descubrir cuál era su doloroso destino. Quería huir, esconderse. No quería que lo lastimaran. El miedo se compenetraba cada vez más en su cuerpo a medida que avanzaban por un silencioso y siniestro corredor.

De pronto, el tipo lo metió en una de las habitaciones de un empujón y sin decirle algo, cerró la puerta, dejándolo ahí en absoluta soledad.

Dentro de una habitación enorme y lujosa, la cual se encontraba sumergida en las penumbras. Sergio comenzó a dar vueltas, nervioso, mordiéndose las uñas mientras aguardaba atemorizado de lo que le esperaba.

Y mientras se decidía por iniciar una búsqueda de algo qje le sirviera para defenderse, pensaba, por qué el aroma que invadía el lugar le resultaba tan familiar. Nunca había estado ahí, pero ese olor… Ese olor…

Un golpe seco se oyó desde el corredor. Sergio se alarmó. Su respiración se entrecortó; su aliento había sido robado. Ya no tenía tiempo, por lo tanto se apresuró en emprender su búsqueda. Sin embargo no logró encontrar más que ropa y objetos personales de quien se suponía que era el dueño de la habitación.

Pasos resonaron del otro lado de la puerta, deteniéndose junto a esta. Sergio tembló. Tragó en seco y corrió hacía el balcón, sitio que no había advertido antes. La brisa helada lo tranquilizó apenas un poco. Aire fresco.

La vista, sin duda, era preciosa. Pero eso no importaba. Se asomó por el barandal, notando que eran dos pisos de altura. Sería una caída dura. Tal vez, ni siquiera viviría para escapar. Y tal vez eso sería mejor que vivir y escapar herido.

No lo pensó dos veces. No quería pensarlo dos veces, porque sabía que si lo pensaba demasiado se acobardado. El ruido de la puerta cerrarse fue el aviso para que se apresurara.

Sublime Dominación || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora