S e i s

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Sergio gemía mientras era devorado por los labios de el alfa dueno de sus más ardientes deseos

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Sergio gemía mientras era devorado por los labios de el alfa dueno de sus más ardientes deseos. Las succiones y mordidas que recibía de su parte no hacían otra cosa más que empujarlo directo al paraíso mismo.

En ese momento solo podía pensar en que no había manera de que se marchara.

No cuando un alfa tan alucinante, tan estimulante, tan excitante como Verstappen lo deseaba con la misma potencia que él.

El omega se encontraba totalmente cegado por la lujuria, completamente embobado por la dulzura de sus caricias extendiéndose por la desnudes de su alientos colisionando con la piel de su cuello.

Quería embriagarse de su aroma, quería enloquecer con sus estocadas, quería propagar la ardiente llama de deseo que había originado en su interior.

Sergio intentó tocarlo. Ansiaba producirle al alfa el mismo placer que éste le estaba dando, pero un gruñido gutural lo obligó a detener sus manos antes de llegar a su destino.

—Por favor… déjame —balbuceó impaciente, jadeante, sintiendo el exquisito modo en el que Max lo aprisionaba cada vez más contra la fría pared.

—Quieto —espetó con su voz de alfa, haciendo que el omega perdiera las ganas de acariciarlo por puro temor.

De poco a poco, Max comenzó a descender con sus labios por el pecho del menor, dejando en su paso un recorrido de marcas que demostraban a quien pertenecía ese cuerpo.

Bajó hasta su abdomen y se colocó de rodillas frente al omega, comenzó a mordisquearle el apenas remarcado hueso de su cadera. Sergio gimió complacido, recostando su cabeza contra la pared. Sus ojos se mantenían cerrados, mientras su manos fueron hacía la cabeza del alfa para acariciarle el cabello.

Un nuevo gruñido lo espantó y sus manos retrocedieron velozmente, recordando que debía quedarse quieto.

Cayó en cuenta de lo que estaba ocurriendo, advirtiendo que se encontraba comportándose como un patético sumiso.

Su ceño se frunció, estaba realmente enojado consigo mismo. Miró hacía abajo, contemplando al alfa haciendo su trabajo, y sin miedo, enterró sus dedos entre los mechones rubios de su cabello.

Max reaccionó de inmediato, apartando la mano de Sergio con violencia, colocándose de pie en un segundo. La furia ya se escabullía de sus poros junto a sus feromonas.

Su mirada severa se clavó en los ojos del omega, demostrándole con su semblante enojado lo mal que había hecho.

—Te he dicho que no soy sumiso —mencionó Sergio encogiéndose bajo la mirada amenazante del otro.

—Lo serás —concluyó Max con convicción, todavía molesto por su desobediencia.

De pronto, volteó a Sergio brutalmente para que este quedara de frente a la pared. Le quitó el jean de un tirón, desgarrando por completo la tela del mismo.

Sublime Dominación || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora