D i e c i o c h o

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—Todavía no logro entender cómo es que has podido olvidarte de tan importante detalle, Sergio; si tú siempre has sido muy responsable en ese asunto —comentó Charles todavía sumido en un gran asombro por la noticia que le había dado su mejor amigo

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—Todavía no logro entender cómo es que has podido olvidarte de tan importante detalle, Sergio; si tú siempre has sido muy responsable en ese asunto —comentó Charles todavía sumido en un gran asombro por la noticia que le había dado su mejor amigo.

—Lo sé, ni yo lo logro entender —concordó Sergio sin abandonar su estado de angustia—. Toda mi rutina diaria se fue al demonio con ese alfa. Estaba tan metido en otros asuntos y mi celular era el que siempre me avisaba de tomarlas, al no tenerlo se perdió todo. Y ahora… ahora no sé qué hacer —confesó con la voz quebrada y la mirada cristalizada.

Charles se apresuró a rodearlo con sus brazos. George tampoco tardó en aproximarse y brindarle su apoyo al omega devastado.

—Todavía no puedes tener la certeza de nada, Checo —dijo el beta, tratando de calmarlo de algún modo. Quiero decir, puede que no…

—Estaba en mi celo, ¿entiendes? Ese es el momento en el que más necesitaba tomarlas y no lo he hice —masculló Sergio enojado consigo mismo, manteniendo su rostro contraído en una mueca de enfado combinada de sufrimiento—. Además todas las veces él me anudó... y, tendría que ser un milagro para que no…

Suspiró, sin ser capaz de siquiera decirlo.

La situación no podría ser más desesperante. Él, un omega tan irresponsable, tan descontrolado, tan inmaduro, tan insano, no podría ser capaz de asumir tal responsabilidad.

Mucho menos estando solo, sin una pareja que lo contuviera. Y tampoco era como si deseara tener una. Él no quería pareja, ni mucho menos quería un hijo. Él era demasiado joven. Él quería su vida de vuelta.

Tenía tantas ganas de que aquello solo fuese un mal sueño. Una terrible pesadilla de la cual pronto se despertaría y respiraría aliviado sabiendo que nada de eso había pasado, y saldría al mundo como el omega descarado y atrevido que era a conquistar un nuevo hombre, a fumarse un nuevo porro, a beberse una nueva cerveza.

Si bien su vida nunca había sido perfecta, por lo menos, hasta hacia una semana atrás, era feliz con lo que tenía. Vivía como quería, disfrutando de su libertad, de su juventud y de los pequeños placeres de la vida, sin importarle lo que los demás dijeran.

Y ahora todo se había arruinado.

—Yo concuerdo con George, Checo, no creo que el efecto de la pastilla se hubiese desvanecido sin más los primeros días —mencionó el pelinegro acariciándole la espalda—. Aguarda una o dos semanas y hazte un test para despejar dudas.

—¿Y mientras tanto qué? —exclamó el omega azabache soltando un par de lágrimas desconsoladas—. ¿Qué hago mientras tanto? ¿Y qué mierda haré cuándo lo confirme? Yo no quiero esto.

—No sabes si se confirmará, puede que no —se apresuró a hablar el ojiazul en un desesperado intento de darle consuelo. De igual modo, deberías mantenerte alejado de las fiestas y eso, por si acaso —sugirió temeroso—. Bueno..., quiero decir..., no sé que piensas hacer.

Sublime Dominación || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora