V e i n t i c u a t r o

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La preocupación lo sofocó

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La preocupación lo sofocó.

No, no era posible. El lugar estaba repleto de seguridad, ¿cómo podrían hacerle algo a Max? Y si así fuese, ¿qué tenía que ver aquel alfa en todo esto? ¿Acaso era algún cómplice? ¿uno de sus enemigos?

Mierda, tenía que alejarse de él. No hacía más que darle muy mala espina. Quizá, Max se encontraba bien, y ese tipo solo quería ponerlo más nervioso de lo que estaba.

Pero, ¿y si no era así? ¿Y si Max en verdad estaba en peligro? ¿Y si era cierto que pretendían asesinarlo esa noche? ¿Y si no volvía a verlo? La angustia lo acogió entre sus brazos con prisa.

Via da qua, Lewis, o giuro che ti sparo.

Sergio se volteó rápidamente, y el aire retenido en sus pulmones se liberó con gran alivio. Lo abrazó tan deprisa como pudo, aferrándose a su cuerpo con tal fuerza y energía que el castaño se sorprendió demasiado.

Escuchó una ligera risa cínica proveniente de aquel imbécil alfa que estorbaba.

―Lárgate de aquí, ¿en qué otro idioma te lo digo? ―gruñó Max, enfadado, pasando un brazo por la espalda del omega.

―Quizás la próxima tengamos suerte y no regreses, fratello mio —dijo este, sonriendo malignamente, antes de alejarse y reunirse con los demás invitados.

Max masculló algo que el menor no logró entender, más no le interesó. Lo único que le importaba era que el alfa estaba allí; estaba bien. Se separó un poco de su cuerpo para mirarlo y, sin previo aviso, plantó sus labios sobre los de él, besándolo con devoción, ignorando la ligera molestia que sintió por culpa de su pequeño corte en su labio inferior.

El alfa volvió a sorprenderse de la actitud de Sergio, devolviéndole el beso con extrañeza, sin saber con exactitud a qué se debía.

—¿Dónde estabas? ¿Dónde te habías ido? No vuelvas a dejarme solo —suplicó el menor haciendo un pequeño puchero.

―Te había dicho que saldría a fumar. Es tu problema si no me prestas atención.

—Oh... no te escuché, lo siento —se disculpó apenado, viendo de reojo que un camarero se acercaba—. Yo necesito que hablemos.

—¿De qué? —quiso saber Max sin mucho interés, aceptando una copa de bebida que le ofrecía cortésmente el empleado.

El omega dedujo que era vino tinto por el peculiar tono rojo que poseía, por lo que negó cuando el camarero le ofreció a él también.

Max enarcó una ceja.

―Todo lo que beba, lo beberás tú ―declaró, deteniendo al beta antes de que se marchara con las copas.

—No me gusta ―se excusó el ojimiel, teniendo presente que, por mucho que deseara, no debía beber mientras estuviese en estado de gestación.

—No te he preguntado si te gusta o no. Tómalo —el alfa demandó con el entrecejo fruncido.

Sublime Dominación || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora