[01] La carta

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UNO:  LA CARTA

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Recibí la carta hace tres días, al cumplir los dieciocho años. No era más que un recordatorio para asistir a la academia de asesinos en Casterly.

Por tres generaciones, el apellido Duport decoró las estanterías de graduados en la academia. Mi familia lleva en las venas sangre real de asesino, un deber que pasa de generación en generación, algo que ninguno puede pasar por alto.

Mi padre era el mejor de su clase, por cincuenta años consecutivos, trabajó para el Parlamento bajo sus órdenes y restricciones, sin queja alguna, incapaz de negarse y obligado a actuar según lo establecido en la Constitución.

Ahora, me toca a mí.

Recorrimos cuatrocientos kilómetros desde Petra hasta Casterly, ubicada en Forincia, un pueblucho que fue abandonado allá por el siglo quince luego de la Inquisición.

Queda alejado de las grandes ciudades mortales, lo cual resulta todo un reto, pero tiene sus razones: nadie puede saber que existe, nadie que no tenga contacto con Pentos puede acceder a ella. Por años, la ciudad de los asesinos se erradicó de todo mapa existente condenándola al olvido.

Así lo prefiere el Parlamento.

La academia Carterly puede resultar una pesadilla o bien una caricia al alma, como dice mi padre, solo si hay un entrenamiento básico de por medio, lo que equivale a toda una vida asesinando.

Yo nunca le quité la vida a alguien.

Suponía que la mayoría de sus estudiantes lo habían hecho. Según mamá, todo aquel que provenga de familias asesinas, o que tenga algún parentesco con ellos, está obligado a formarse en Casterly. Cuando un asesino cumple dieciocho, recibe su primer llamado. Se puede optar por empezar ese mismo año o bien al siguiente. Pero jamás se le debe dar la espalda. Si eso sucede, se lo acusará de traidor y los mismos asesinos no tendrán otra alternativa que ponerle fin a su vida.

Recibí la carta, la gran invitación, tres días después de mi cumpleaños. Se trataba de un sobre cuadrado de color rojo con el escudo de la academia, una gárgola con alas y dagas cruzadas, una encima de la otra. Grabado en negro por el frente, estaba mi nombre escrito en cursiva.

Marlot Duport.

Observé a mi madre sentada frente a la mesa, justo al lado de papá. Roger sostenía la copa de vino entre las manos, ubicado casi de costado en la silla, para contemplar mejor el sobre que aún no me atrevía a abrir.

Él me había enseñado a cazar en los bosques de Petra cuando yo apenas tenía siete años. Mamá me dio lecciones de cómo lanzar una flecha para que siempre diera en el blanco.

Roger, a diferencia de Bella, fue demasiado duro conmigo. Decía que en la vida de un asesino no hay lugar para momentos de diversión y que la amistad no existe para ninguno de nosotros.

—El camino del asesino es solitario y cruel—dijo una vez.

No, esas cosas no eran importantes. Para Roger, que daba la vida por su oficio, acatar las órdenes de la academia y trabajar duro para el parlamento, eran las únicas dos cosas que sí valían la pena.

A veces me gusta olvidar por unos segundos que soy la hija del mejor asesino de la época, juego con la idea de perder la memoria. Todo lo que conozco son reglas, prohibiciones y castigos por no asistir a las clases extracurriculares de mis padres.

—Si desaprovechas esta oportunidad, la única que tienes—, me recordaba papá cada vez que faltaba a una de sus clases—, no podrás sobrevivir ni un día en Casterly.

Legado Carmesí [Academia para Asesinos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora