[04] Sentencia

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CUATRO: SENTENCIA

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El calor comienza a abarcar los rincones más fríos de la habitación. Limpio un poco el interior del placar atestado de polvo, acomodo los libros en las estanterías y paso la ropa de la valija a los cajones del armario. Sin saber en dónde guardar el regalo de mamá, dejo la cajita de madera con la daga en el interior de la maleta y las oculto debajo de la cama. Espero no necesitar de ella en ningún momento, lo cual implica no clavársela a nadie.

No hago muchas modificaciones en mi propio espacio, pego dos copias de mis cuadros favoritos en las paredes, encima de la cama y acomodo la única foto que me traje de casa al lado de la lámpara sobre la mesita de noche. En ella aparecemos mis padres y yo, los tres nos abrazamos, yo en el medio sacando la lengua al igual que mamá. Mi padre apenas sonríe, una leve mueca de felicidad grabada en los labios. Es mi favorita. Tenía doce cuando la sacamos. Habíamos ido a Disneyland por mi cumpleaños, papá había dudado en invertir para ese viaje. No recuerdo por qué sonreíamos, pero lo hacíamos. Fue uno de los pocos momentos felices que tuve en mi vida.

El sector de Ramsey del lado derecho se ve vívido.

Pegó posters de sus bandas favoritas por la pared, ubicó sus libros y manuales en las estanterías, dobló su ropa y la guardó. Colgó un par de luces de navidad encima de la biblioteca y decoró las paredes con unas tiras de plantas artificiales.

Al terminar de ordenar se nos ocurrió escribir en un papel ciertas normas de convivencia que debemos respetar para que la estancia sea lo más acogedora posible. La primera, limpieza. Los días pares me toca a mí, los impares a ella.

Segundo, las horas de estudio. Ocuparíamos de dos a cinco horas por la tarde para estudiar. Nada de música, nada de películas en ese rango horario.

Tercera, chicos. Si bien nos lo prohibieron rotundamente, sabemos que esa norma se romperá tarde o temprano. Yo me largaría de aquí próximamente, cuando supiera cómo evadir el escudo protector de la academia, así que no me me haría problema alguno. Y Ramsey...bueno, dejó en claro que su objetivo es egresarse cuanto antes, así que ninguna va a ir en contra de esta regla.

Cuarta, privacidad: ninguna de las dos husmea en las pertenencias de la otra, porque son cosas privadas.

La quinta y la última, pero no menos importante, compañerismo. Significa que, si una no aparece durante la noche, cualquiera fuera la razón, acusarnos con la directora o con cualquier supervisora será mal visto.

Ramsey abandonó la habitación minutos luego, después de colgar la pequeña hoja en la parte interna de la puerta. Según ella, tenía que hablar con su hermano. No la detuve. Me tiré en la cama, la espalda me dolía, los hombros me pesaban. Revisé los mensajes que llegaron a mi celular. Había uno de mamá, preguntaba si me encontraba bien, si había pasado una linda mañana, si comí, con quién me había tocado compartir el cuarto. Le respondí que todavía no había almorzado, que la presentación estuvo bien y que Nic había encontrado mucho más rápido que yo a su compañero de habitación. Le mencioné que mi compañera se llama Sarah, que es introvertida y un poco extraña.

No tuve respuesta alguna. Supuse que debían haberse quedado sin señal. Aún seguían en viaje.

Cerré los ojos, imaginé lo que mi padre podría llegarle a decir a mamá para calmarla, la convencería de que esto es lo mejor para mí, que asistir a la academia me transformará en una asesina igual a ellos.

Porque así debe ser, así está escrito.

Nada de eso me importa, después de todo, tengo claro cuáles son mis planes: huir de aquí. No voy a mentir, la academia es hermosa, es todo o incluso mucho más de lo que había esperado, pero si me quedo, Will será el primero en cortarme la garganta. No correré riesgos innecesarios. Tengo que ser precavida. Ramsey me había ofrecido ayuda. ¿Qué tanto puedo confiar en ella? No tengo idea.

Legado Carmesí [Academia para Asesinos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora