[02]. La Academia Casterly

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DOS:  LA ACADEMIA CASTERLY

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Pensé que al llegar a la academia me iba a encontrar con un lugar oscuro, pero me equivoqué.

Se trata de una entrada arbolada protegida por unas rejas de metal con elegantes ornamentos góticos, sostenida por dos columnas de ladrillo. Está rodeada por pequeños arbustos perennes, tan llenos de vida como el más hermoso cuadro de Jean Honoré. Hay matorrales a los pies de las rejas, fusionadas con enredaderas superpuestas que crecen y suben por la piedra de unas columnas que se elevan a cinco metros de altura. En la cima, dos estatuas aterradoras protegen el acceso, semejantes a dos monstruos con cuernos afilados. Se encorvan hacia adelante y acechan a cualquiera que se atreva a entrar a la academia.

Más allá de la ostentosa entrada, detrás de aquella reja con el nombre Casterly en su cima, un túnel tétrico y oscuro nos da la bienvenida a un mundo oscuro y cruel.

Los muros que rodean la fortificación, muros de piedra escondidos detrás de enredaderas verdes, protegen el interior de lo que será nuestro hogar por el próximo año. No tengo que alzar mucho la cabeza para distinguir las altas y circulares torres terminadas en pináculos con afiladas agujas.

Un escalofrío me recorre la columna vertebral en todos las direcciones existentes. No es un instituto común y corriente, no como me lo había imaginado. Es un castillo.

Una horda descomunal de jóvenes traspasa las rejas y cruza el túnel, listos para olvidar su vida ordinaria y renacer como asesinos. Cruzar a esa oscuridad simboliza la muerte.

Cuando se cumplen dieciocho años, el asesino finaliza una vida común y rutinaria para reemplazarla por una en la que se vive bajo las reglas del parlamento.

Papá estaciona frente a la academia. Nos quedamos dentro del auto por unos cuantos minutos, sentados como estatuas rígidas en pleno silencio. De hombros anchos y cuerpo esbelto, si no fuera por las canas que adornan aquel espeso manto negro, nadie notaría que papá roza los cincuenta años. Yo me cruzaría de calle si me topara a un hombre como él, alto, fornido, voluminoso, aterrador. Como una mole.

-Bienvenida a la academia, Marlot-me dice Roger con orgullo-será un comienzo espectacular, ya lo verás.

Las manos me sudan, de pronto el frío no se siente tan abrumador.

-No es tarde para cambiarme el apellido-intento que las palabras suenen con una pizca de diversión, pero la garganta se me cierra a medio camino-. Puedo cambiarlo e irme a vivir lejos de aquí, lejos de Petra. Sabes que...

-Es por tu propio bien-me interrumpe papá.

Mamá pone su mano sobre la de él, que descansa encima de la palanca de cambios, tan sudorosa como las mías.

-Cuando te des cuenta del significado de la academia-prosigue no sin antes aspirar hondo-, no querrás volver al viejo mundo.

Viejo mundo. Vida humana. Vida ordinaria.

-Dudo mucho de aquello-las palabras brotan de mi boca fríamente.

-Eso es porque aún te aferras a la antigua vida. Cuando la olvides abrirás los ojos y te darás cuenta de las cosas que tiene Pentos para ti.

-Lo dices como si fuera uno de ustedes.

-Eres una de nosotros-pronuncia papá con determinación y lo repite una vez más:-. Eres una de nosotros y eso no cambiará jamás.

Escucho gritar eufóricamente a un pequeño grupo de chicas tras reencontrarse después de un año entero sin verse. Se protegen del frío con unos blaizeres sobre los hombros, el logo de la academia grabado en su totalidad en el bolsillo frontal que les decora el lado izquierdo, faldas tableadas con un patrón cuadrillé rojo y negro, medias transparentes y camisas blancas. Llevan mochilas y valijas.

Legado Carmesí [Academia para Asesinos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora