SIETE

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Adriel despertó con resaca. Aclaró su mente sobre lo que había sucedido la noche anterior. Ni el saber que ese día también lo aprovecharía para emborracharse lo hizo sentir feliz. Alguien más esa misma noche se iba a llevar a la cama a la mujer que amaba. En dos horas tenía que estar en el hogar de su mejor amiga. Se levantó sin ánimo. Vio la ropa que se había quitado del día anterior y no le dieron ganas de levantarla. Su cuarto era un desastre. Puso en su estéreo su música preferida. La mayoría de canciones eran tristes, como su estado de ánimo. Cuando le quedaba una hora para prepararse iba poniendo en el fregadero un plato sucio de la poca comida que probó, ya que no tenía apetito. Tomó un litro de agua y luego con prisa se metió a bañar. Su teléfono celular comenzó a sonar cuando estaba saliendo de la ducha, pero no le dio importancia. De regreso a su habitación miró el celular y observó que había una llamada perdida de Eva Cosió. No quiso ponerse en contacto con ella porque sabía de qué trataría su conversación y no estaba de ánimo para escucharla. Iba con buen tiempo cuando estaba poniéndose el traje que se compró el día anterior. Antes de salir bebió un litro de agua por la sed que le provocaba la resaca. Tomó las llaves de la moto y se preguntó si era buena idea llevarla. Al fin y al cabo, la había comprado para transportarse en ella, pero lo hizo más para impresionar a Adamaris.

–Pendejo –Se dijo.

Tomó su casco y salió de casa. No quería salir de su guarida para enfrentar la cruel realidad. Él hubiera preferido no asistir, pero no podía hacerle eso a su mejor amiga, jamás le había fallado. Al igual que el otro día, manejó sin cuidado. La ciudad estaba tranquila porque era domingo. Aunque buscó involucrarse en un accidente carretero para no llegar a aquel hogar que lo recibía siempre, no encontró algo que lo detuviera a medio camino. Afuera del hogar de Adamaris estaban aparcados varios vehículos. Adriel supuso que de su familia. El vehículo donde se transportarían los recién casados estaba estacionado justo afuera de la puerta de la casa: Una gran camioneta lujosa color blanca con un gran arreglo floral pegado en su cofre que Yusef había alquilado. Adriel encontró un lugar a cuatro carros alejados de la casa. Dejó su moto ahí y se encaminó a la vivienda. Afuera se encontró con los familiares más cercanos que tenía Adamaris; los que siempre estaban en las fiestas y reuniones familiares y que, a pesar de tener cercanía con ellos, ella prefería a Adriel que, a ellos, así como él a ella.

–Cuanto tiempo sin saber de ti –Le dijo uno de los tíos–. Pensé que no vendrías.

Lo saludó con un abrazo fraternal.

–Es un día muy importante para ella, Tenía que estar presente –Dijo escondiendo su tristeza

La señora Alba salió a ver de quien se trataba, ya que su hermano causó alboroto ante el reencuentro.

–Qué bueno verte Adriel–. Le dijo la señora–. Llegaste a tiempo. Aunque ya conoces a mi hija, esta algo retrasada. Si gustas puedes esperarla dentro en la sala o aquí.

–Espérala aquí conmigo, hijo –Le pidió el tío Jordán.

–De acuerdo, señor –Le respondió.

La señora Alba Jiménez sonrió y volvió a su hogar.

Adriel Bernal tenía buenos recuerdos del tío Jordán Jiménez, de hecho, de toda la familia Jiménez, aunque conocía algunos oscuros secretos y demás problemas familiares entre ellos. Aun así, le agradaba estar con ellos.

–¿Qué ha sido de tu vida, hijo? Pensé que también te habías mudado de aquí.

–Seguí trabajando de maestro e incluso subí de puesto –Respondió Adriel.

–Veo que te va bien –Le dijo el tío Jordán y apuntó hacia donde su moto estaba estacionada.

–Si. No tiene mucho que la compré.

00:00 EL TIEMPO VACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora