CARORA

126 9 4
                                    

Casa de Tata, año 2006.

Nos instalamos en la casa de mi abuela materna, a quien por cariño llamamos "Tata". A simple vista se veía una casa de construcción vieja, no porque tenga descuido sino por su arquitectura. Es de esas casas con patios delanteros antes de la puerta principal, con grandes jardines y estacionamiento espacioso, delimitada por un muro y ventanas semicirculares con rejas negras, al igual que el portón del estacionamiento y la puerta de entrada. Recuerdo que cuando entrabas había un camino largo de cemento con cinceles de cerámica a los lados que te guiaban hacia la puerta de entrada de la casa, de lado y lado podías apreciar el jardín de flores que tenía mi abuela, árboles perfectamente cortados y con muchos tipos de flores, era su hobbie y cada mañana o antes de caer el sol se instalaba al menos una hora continua a regar su jardín.

Apenas ingresabas a la casa visualizabas la sala principal, con un juego de muebles verde esmeralda y una mesa de madera maciza en el centro, cuadros en las paredes de esa época y portarretratos polvorientos de mis tíos y mi mamá de cuando eran pequeños, aparentaban una infancia feliz y descomplicada. La casa contaba con cinco cuartos, el principal se encontraba justo al costado de la sala troncal y los demás uno del otro muy distantes, había 3 baños, dos salas, un comedor grande en una de las salas y uno interno en el estar de la cocina. Aunque también había un cuarto que estaba cerrado y nunca lo abrían para nada, ni siquiera para limpiarlo.

El comedor grande no lo usábamos jamás, era de ocho puestos, rectangular y de madera marrón oscura, lo adornaban algunas frutas de cerámicas pintadas a mano. El mesón interno era redondo, de seis puestos, algo más familiar pero definitivamente menos lujoso e informal, era donde almorzábamos y nos sentábamos juntos (con suerte), de vez en cuando, pues mi mamá casi siempre estaba fuera de Carora, mi abuela no era una mujer familiar; mi hermana y yo muchas veces preferíamos comer cereal con leche en el cuarto porque no nos acostumbrábamos a la comida típica del pueblo.

La cocina era vieja, con taburetes y decoraciones de la época de María Castaño y siempre estaba desordenada. Tenía color amarillento y no era muy acogedora, tenía ventanas por el frente y por uno de los laterales, además que no tenía buena iluminación cuando caía la noche, por lo que cuando mi hermana y mi mamá no estaban, yo prefería no cenar porque me daba miedo ir a la cocina, por lo que muchas noches me acostaba sin cena. Esta situación tan repetida me causó estragos en mi salud más adelante. Supongo que sentir el estómago vacío me daba seguridad.

En la parte posterior de la casa había un cuarto amplio, con dos camas dobles con baño propio y un armario; era el que usábamos las tres mientras vivimos allí durante no sé cuantos meses, una eternidad para mí. Había además, otro patio enorme, seguro que se podría construir otra casa dentro de ese patio, una árbol de mango que daba los frutos más dulces que jamás haya probado y un montón de chatarra en una pequeña casilla allí construida, en la que me dedicaba a jugar sola en las tardes. Si, podría decir que fui una niña solitaria.

Hacia el costado derecho de la casa y fuera de la misma estaba el área de servicio, donde se lavaba la ropa y se tendía, algo con lo que al principio me costó familiarizarme pues en mi otra casa jamás vi a nadie tender ropa, todo se hacía instantáneo, de la lavadora se pasaba la ropa a la secadora y luego al cuarto de planchado, pero nunca se tendía en una cuerda como lo vi por primera vez en Carora, además teniendo en cuenta que el clima de San Cristóbal no favorecía mucho para eso tampoco, De igual forma, como estaba muy sola y nadie se percataba de mí, me gustaba ayudar a tender la ropa y jugar a que era ama de casa haciendo esos quehaceres.

En el costado izquierdo se encontraba una amplia oficina de tres salas, en donde se manejaba la empresa familiar. Siempre llena de clientes y socios. Todos en su mundo de adultos sin tiempo de responderle a una niña cualquier pregunta trivial que se le ocurriese.

Ricardo: Un Amor Oxidado en el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora