VI
Manuel Gil.
Es muy novelesco conocer a alguien con quien puedes ser tu misma al cien porciento y al mismo tiempo encontrar el amor. Eso solo pasa en las novelas y los libros. ¿No? Bueno, tal vez estoy exagerando pero de lo que si estoy segura es que, es algo muy poco común. A menudo encontramos personas que buscan eso, poder ser ellas mismas sin sentirse juzgadas, poder reír hasta sentir dolor en el estómago sin percibir vergüenza por llorar de risa, poder tomarse de la mano con alguien a quien no le importe si comienzas a sudar por nervios o por calor. Encontramos personas que buscan ser amadas por otros para sentirse completas. Eso esta bien, supongo. Yo no podría decir que conocí alguien así hasta que me topé con Manuel. No, no me sentía completa con el, al contrario, el me ayudó a descubrirme a mi misma.
El es uno de esos chichos con los que cualquier teenager soñaría un amorío. Facilmente podría imaginarse a Manuel como parte de una Boy Band o un Idol Latino. Yo tuve suerte. Manuel fue mi boleto a la reconciliación no solo conmigo misma en muchos sentidos sino también, con el pueblito que me vio crecer. Gracias a él aprendí a ver las calles adoquinadas de Carora con colores de esperanza y brillo. Conocí los atardeceres más ardientes y los helados más dulces, experimenté las risas mas sinceras y las miradas mas profundas. Si, fue una linda amistad, si es que puedo llamarla de esa manera... ¿Hubo amor? No lo sé, solo lamento que lo nuestro -lo que sea que haya sido- se haya acabado por una estúpida venganza de niña que al final del cuento no acabo con nadie más que conmigo misma.
Mi primo, hijo de uno de los hermanos de mi mamá se iba a graduar de bachillerato, así que mi mamá y yo hicimos un viaje a Carora para poder asistir a su fiesta de graduación. Mi relación con él siempre fue muy buena, reíamos, hablábamos y siempre estaba pendiente de mí, era obvio que no podía faltar a su fiesta, aunque eso significara viajar a Carora. Había dejado algunas amistades que hice a lo largo en mis viajes de vacaciones, pero no eran un motivo para que yo viajara con entusiasmo para allá.
En esa fiesta conocí a Manuel, un muchacho de ojos verdes oscuros, cabello rubio claro, piel blanca con mejillas rosas, era alto pero no altísimo y debo decir que bastante guapo. Tenía la sonrisa del millón de dólares, era simplemente perfecta.
Aquella noche en la fiesta, Manuel me invito a bailar. Recuerdo que llevaba puestos unos pantalones color beige, correa y zapatos marrones, más una camisa azul que le sentaba muy bien. Su cabello iba peinado con un estilo clásico pero algunos de sus largos mechones iban con un desorden que casi parecía concordar con su estilo. Tenia un reloj plateado y llevaba las manos libres. Sin teléfono ni vaso con licor. De solo verlo se me hacía una pequeña sonrisa en los labios. ¿Por qué? no fue amor a primer vista, en absoluto. Probablemente mi corazón sabía lo que él representaría para mi mucho antes de que yo pudiese darme cuenta.
En el momento en que Manuel llegó a la fiesta, estábamos algunas amigas y yo en la barra del Royal Club para pedir tragos y ellas se volvían locas por él, decían unánimes: "¡Llegó Manuel!", "¡sí es bello!", "¡está demasiado lindo hoy!", no olvido sus comentarios y la voz emocionada con la que aclamaban esos comentarios favorables hacía él. Cuando lo vi, por primerísima vez, no pude evitar pensar que ellas tenían completamente la razón, me pareció realmente atractivo. Su ánimo tranquilo hacía que tuviese curiosidad por saber de él. Entró al lugar con un aire muy amistoso, saludando a todos los presentes y sonriendo ampliamente. Yo, que no podía dejar de verlo, sin querer me vi sola en la barra pues mis amigas se habían ido sin darme cuenta, así que rápidamente me fui de allí a donde se encontraban mis conocidos. Pero antes de eso, le pedí al bartender un "agüita" mineral. No era de tomar mucho alcohol para entonces.
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Ricardo: Un Amor Oxidado en el Tiempo.
RomanceAlgunos secretos es mejor no averiguarlos... Dos historias de amor, cuatro protagonistas, una carta, pero solo un amor verdadero. Aquel que une los lazos existentes entre desconocidos para descubrir la verdad, una verdad que estaba enterrada en el...