VENDETTA

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14 de agosto 2016.

Me vestí con una falda floreada, una camisa azul rey y mi par de sandalias favoritas. Me pasaban buscando para ir a la fiesta. Llegué con mis amigas un poco tarde como de costumbre. Se escuchaba al fondo de la única cancha que tenía el Royal Club los gritos de los fans de los equipos en la final de fútbol. Por un lado, estaban "Los Grandes", quienes portaban un uniforme negro y en mi opinión todos sus integrantes estaban fuera de forma. "Por algo se titulan Los Grandes ¿no?", decía mi vocecita en forma burlona. Eran poco atléticos, pero se me hacía chistoso verlos jugar. Por otro lado, estaban "Las Águilas", equipo que usaba un uniforme azul con amarillo fluorescente, a este equipo pertenecía Manuel, y fue el equipo campeón de la temporada final de Futbol sala. Todos los años en el Royal hacían una especie de competencia deportiva para promover valores como el trabajo en equipo, disciplina, capacidad de superación entre otros. Sin embargo, yo sabía que eso era una fachada, una mentira. Siempre terminaban en peleas absurdas entre los equipos cuando algo no salía bien.

Llegué al club y comencé a hablar con algunos de los presentes; gracias a Manuel había conocido a muchas personas en Carora con quienes me la llevaba muy bien, les tenía mucho cariño a varios. Una vez que llegas a conocer bien a algunos Caroreños pueden tornarse bastante agradables, algo que yo pensé que no era así, era fácil para mi de niña generalizar todo. A medida que vas creciendo comienzas a ver las cosas con otros ojos y tienes la madurez de separar la verdad y la razón de tus sentimientos. Yo pude entender esto gracias a Manuel. En el momento que lo conocí yo aun era un barco a la deriva y el fue mi ancla a tierra firme.

Después de saludarlos a todos, hablar y reírme un rato, me di cuenta de que no había visto a Manuel en toda la noche, salvo en el tiempo en que estuvo jugando en la cancha. Las veces que mi mirada encontraba la suya en medio del juego yo le sonreía, pero el me evitaba. "Está concentrado Eloísa, no lo distraigas" me aseguraba mi vocecita interna.

Al finalizar el juego tardé en encontrarlo. Parecía como si me estuviese evitando, hasta que me lo encontré de frente, estaba vestido muy casual, yo amaba como siempre los tonos pasteles hacían juego con sus ojos claros. En su saludo hubo un aire distinto, fue bastante seco e indiferente, pero pensé que podría ser porque en los últimos días yo me había comportado algo rara con él. Como era mi –mala– costumbre, comencé a indagar el por qué estaba así conmigo y entre en esa búsqueda. Había algo que no me terminaba de convencer. Conocía a Manuel muy bien y yo sabía que algo pasaba. Mi intuición rara vez falla. Como diría mi amiga Jess "ojo de loca no se equivoca". Cuando me lo propongo puedo hacer muy bien el papel de investigadora, además que con las preguntas que le hice a sus amigos me di cuenta de que estaba con una chica. ¡Manuel había ido a la fiesta con otra! Algo dentro de mí se retorció, pero no eran celos. Definitivamente no era ese el sentimiento. Yo lo que no entendía era por qué debía tratarme diferente si estaba con otra persona y para ser honesta tampoco me agradó la idea de que cambiara su trato conmigo por esa razón tan absurda. Cuántas veces habíamos juzgado a quienes eran ambivalentes, a esos "amigos" que mientras están solteros son super buena onda, pero cuando tienen a alguien cambian por completo. Estaba actuando tal cual como aquellos que anteriormente en charlas de medianoche condenábamos a morir. A fin de cuentas, éramos amigos, no... éramos más que amigos y no había necesidad de cambiar por alguien.

Yo voy de la mano con la filosofía según la cual "con los amigos con o sin razón" y "el amor pasa, pero los amigos quedan", por lo que no me gusta alejarme de mis amigos por ninguna relación... o al menos, nunca lo he hecho. Es ridículo para mí de solo pensar que cambiaría mi personalidad o mi manera de tratar a las personas por alguien más. Con esa situación sí sentí celos, pero trataba de evitarlos, porque no era una celosía por amor, era por capricho. No estaba acostumbrada a no ser el centro de atención de alguien cuando lo quería y tampoco me gustaba que cambiaran conmigo por otra persona, además que en este tiempo en Carora yo había sido el foco de Manuel, todo lo que yo quería hacer él lo hacía conmigo. Me acompañaba, cuidaba y mimaba sin poner reparo a nada. Supongo que me sentí amenazada sin realmente estarlo. No era una presa. Sin darme cuenta me convertí en el cazador de la historia, pero ya sabemos como terminan esos cuentos...

Ricardo: Un Amor Oxidado en el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora