LA CARTA DE UN DESCONOCIDO

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X

Fin del castigo.

La primera noche después del accidente la pasé fatal. El escozor de las heridas era incómodo y el ardor que provocaba cuando accidentalmente mi pierna tocaba la cama era indescriptible. No podía ponerme vendas, según el médico tratante "la herida lloraría" y se chamuscaría. Tenía que dejarla "respirar". Incesables fiebres me acompañaron el par de días siguientes a mi trágico, pero suertudo acontecimiento. Probablemente eran causa del largo tiempo que estuve en el mar y toda el agua salada que ingerí. Mi hermana estaba preocupada por mi salud y dijo que lo mejor era hospitalizarme si las fiebres no bajaban. Mi padre, preocupado por mi bienestar, resolvió enviarme de regreso a donde estaba mi mamá, quien no paraba de llamar a cada hora para preguntar cómo seguía.

No podía viajar en carro en ese estado con semejantes fiebres, tampoco podía tomar un vuelo comercial pues debía tener el mayor cuidado y la comodidad necesarias para no lastimarme. Mi tío Enzo se encargó de organizar el itinerario para viajar en un vuelo chárter que me regresaría de Porlamar hasta Barquisimeto, en donde me esperaría mi mamá.

Sary me hizo la maleta y nos despedimos entre lágrimas, no sabíamos cuándo volveríamos a encontrarnos de nuevo. Yo, regresaba a Carora, mientras que ella se regresaría a San Cristóbal con mi papá para cruzar la frontera y seguir con su vida en Alemania.

Tuve que viajar con un vestido corto, con el cual me pegaba un frío violento. Tal vez porque viajé con la temperatura a treinta y ocho grados y medio, eso seguramente empeoró mi percepción del clima. Prácticamente descalza, pues mi pie izquierdo tenía aún heridas de guerra, me montaron a la pequeña avioneta que esperaba por mí en el aeropuerto. Antes de eso, al pasar por los pasillos del embarque, los pasajeros que esperaban por sus vuelos se volteaban a mirarme, a mirar mi pierna bastante visible y desfigurada. La azafata empujaba la silla de ruedas con lentitud, me causaba un poco de estrés, yo quería que ese viaje de regreso terminara pronto.

Mientras chequeaban mis papeles y que todo estuviese en orden para abordar, Ricardo me dio una muy mala noticia. El mismo día de mi regreso a Carora, el cual me hacía ilusión por el hecho de volverlo a ver, sería el mismo día de su partida.

Ricky estaba saliendo ese día con destino a Caracas pues tenía cosas que hacer allá, trabajo y reuniones, cosas de adultos. Así que yo, estaría en Carora, quien sabe cuánto tiempo, sin siquiera poder salir porque debía guardar reposo y para colmo, no estaría él.

Una vez en el avión, me sentaron en una butaca de cuero blanco. Apoyé mi pierna en el asiento que tenía al frente.

El vuelo sería rápido y en un par de horas estaría en los brazos de mi madre, a la que extrañaba sin duda. Que importa cuantas veces me hiciera rabiar o la cantidad de peleas absurdas que podíamos tener, ella era mi verdadera mejor amiga y si, la extrañaba a morir.

El piloto y el copiloto, quienes eran íntimos amigos de mi tío, me sonrieron y me hicieron un par de bromas respecto a mi accidente, el cual conocían por completo ya que ¡hasta en los periódicos locales salió la noticia!

El avión despegó y supe que mi castigo había terminado. Ahora tenía nuevas preocupaciones, entre esas mi universidad y el encontrar la mejor manera y el momento propicio para revelarle a mi madre la verdad sobre Ricardo y yo.

El 2017 estaba haciendo de las suyas y cada cronograma que yo tenía perfectamente planeado era arruinado por el destino para así poder, después de muchos años, descifrar el porqué de toda esta historia.


Carora.

Últimos días de enero, 2017.

Ricardo: Un Amor Oxidado en el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora