IX
Un lugar de costumbres y secretos.
Carora, pueblo de calles pequeñas, avenidas contadas, edificaciones escasas y una población diminuta; de clima árido, sin presencia de montañas y con un cielo azul brillante y despejado, un cielo que no da cabida a la tristeza, pues con mirarlo llena tus ojos de luz, una luz proveniente de un sol refulgente que calienta hasta la más escondida de tus partículas, con pocas nubes en el cielo, las cuales asemejo a las nubes de las caricaturas, por su aspecto esponjoso y voluminoso, nada de lo común de cualquier nube disipada que podamos observar en el cielo desde cualquier otro lugar de Venezuela..., y sus crepúsculos amarillos al atardecer, que lindas formas toman esos enormes cirrocúmulos y el color del sol cuando se fusionan en uno en el atardecer caroreño, creando una atmosfera acogedora en tonos rojizos que te nubla los pensamientos y solo puedes pensar en contemplar la majestuosa obra de arte que el universo le da a todos los que habitan en dicho pueblito todas las tardes, algunos ni siquiera pudiendo notar tal belleza y resplandor. El cielo de Carora es digno de cualquier visita turística y también de cualquier persona que necesite un abrazo al alma.
Aprender a observar las cosas así, lo aprendí de mi hermano mayor, Guille. Él deduce de lo más común y típico, lo hermoso y extraordinario de ello. Mi hermano dice que las personas realmente ven apenas el 10% de las cosas, que es la parte física. Pero su esencia, lo que significa y lo que se ve y se siente a través de nuestras partículas más internas no lo percibimos. Se necesita un estado de conciencia elevado para poder observar el otro 90% de las cosas. Vivimos envueltos en lo ordinario y vemos en otras cosas lo que realmente tenemos por dentro nosotros. Al final, somos un espejo frente a lo que vemos. Nos guste o no, es una realidad. Guille es muy sabio, y gracias a él puedo entender este sentido de la observación.
Las calles adoquinadas de la zona colonial parecen hechas con los más perfectos pinceles y pintadas con un gris peculiar del cual te enamoras al caminar, un color matizado que es el balance perfecto entre la calle y las casas coloridas con arquitectura colonial, casas que han sido construidas por los españoles, quienes fueron las primeras personas en llegar a Carora. Dichas casas, con ventanas y puertas muy grandes, mayormente de madera y hierro forjado, están pintadas algunas con colores pasteles, otras con colores más vivos, pero verlas todas juntas, desde la última esquina de la calle colonial, bajo aquel cielo rocambolesco, es sentirse dentro de un cuadro de cualquier pintor famoso, o en una fotografía de algún fotógrafo reconocido, uno de los muchos que ya han estado allí fotografiando ese anecdótico paisaje.
La arquitectura es hermosa, llamativa y distinta a cualquier zona colonial de Venezuela, en especial porque no es solo el conjunto entre sus formas y colores, sino todos los accesorios y detalles que complementan dicho lugar. Por esas calles, además pasaron grandes personajes de la historia venezolana y de Latinoamérica, nadie menos que nuestro libertador Simón Bolívar, quien no solo paso por allí, sino que también descansó un par de días. Se cuenta de la misma forma que las familias que ahora habitan las casas, las han adquirido de generación en generación desde hace más de 300 años. Imagínense los secretos que hay ocultos entre esas paredes de barro, los amores que se han vivido bajo los techos de caña brava y aún mejor... los oscuros misterios que no se han podido descubrir y que se ocultan bajo las fachadas coloridas de esas viejas casas.
Un pueblo tan antiguo y con tanta historia tiene más que ocultar de lo que nuestras mentes pueden imaginar, lo que pasa es que nadie se ha atrevido a contarlo. ¿Por miedo tal vez?...
Puedes además observar por encima de los altísimos techos de las casas coloniales, la torre de la campana de la catedral de Carora, lugar en donde se realizan la mayoría de las bodas que se celebran en el pueblo; lugar sagrado, no solamente por el carácter religioso, si no porque anteriormente se solían enterrar a las personas difuntas de gran importancia religiosa, política, social, económica o de alta alcurnia. Restos que yacen en las paredes laterales de la iglesia, con su respectiva lapida. "Aquí yace tal persona y sus familiares lo extrañaran por siempre". ¡Qué horror! Es algo espantoso. Lo sé. Yo no podría celebrar mi boda, por ejemplo, en medio de restos de personas muertas. Es como festejar un cumpleaños en un cementerio. No, definitivamente es extraño. Sin embargo, la catedral sigue siendo hermosa a la vista. Su impecable techo construido con madera rustica, y su piso con baldosas de laja amarilla, no le restan elegancia, pues el color dorado de su altar, junto con decoraciones al rojo vivo mantienen la expectativa de una catedral que impacta. Tiene un olor peculiar, como a madera y mirra, pero no como otras iglesias a las que haya ido antes. ¡Y yo si que he ido a docenas de iglesias! Mi familia es muy creyente, pero sin duda, ninguna como esta.
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Ricardo: Un Amor Oxidado en el Tiempo.
RomanceAlgunos secretos es mejor no averiguarlos... Dos historias de amor, cuatro protagonistas, una carta, pero solo un amor verdadero. Aquel que une los lazos existentes entre desconocidos para descubrir la verdad, una verdad que estaba enterrada en el...