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Narra Plex Nueva York, USA. Día 41.
Como si se tratase de un acto premeditado, nada más llegar a la habitación del hotel, los seis nos lanzamos a los diferentes lados de cada cama, exhaustos por las pocas horas dormidas y el largo vuelo del que acabábamos de aterrizar.
A pesar de que aún podía considerarse pronto, debatimos sobre quedarnos un rato ahí para coger algo de fuerzas. Debido a que habíamos acordado vernos con un amigo que se encontraba también por la ciudad, la decisión fue estar allí hasta que llegase.
Para matar un poco el tiempo, me levanté de donde aún seguía tumbado y agarré la pequeña cámara de vlogs, con la intención de poner un poco al día a los seguidores. Al abrir la mochila, divisé el calendario de adviento que había traído para el viaje y que para sorpresa de nadie, habíamos sido incapaces de completar de forma correcta.
-Creo que es el peor calendario que he visto en la historia- afirmé mirando al objetivo- directamente voy a comerme el día veinticuatro...- pero para mi sorpresa, el compartimento estaba vacío.
Mi mirada se posó entonces en las personas que tenía delante, Jopa y Adrian, quienes comenzaron a reírse al ver la situación.
-El Borja seguro- dijo Adrian desde una de las camas y volvió a centrarse en su teléfono.
Llevaba pegado a él desde que llegamos al aeropuerto y no hacía falta ser muy inteligente para saber con quién estaba hablando.
En mi mente estaba la constante duda si lo correcto era que yo también le escribiese. El único contacto que habíamos tenido fue cuando recibí una fotos suya junto con su amiga Beatriz. Sin embargo, prefería mantener mi mente algo ocupada para no sobrepensar tanto.
Como ya me había ocurrido durante la primera vuelta al mundo, había días en los que sentía que todo iba tan rápido que no conseguía asimilarlo. Eso era exactamente lo que estaba sucediéndome ahora.
La llegada de Olivia a nuestras vidas había supuesto demasiados cambios y ahora que se había ido, me hacía reflexionar sobre todo lo que conllevaba aquella chica.
Estaría mintiendo si afirmase que su ausencia no se nota demasiado. No llevábamos ni 24 horas separados de ella y ya sentía como el caos, la falta de tiempo y la mala organización volvía a apoderase de nosotros.
Mis pensamientos se disiparon al escuchar la puerta de la habitación abrirse y dejando pasar a Paconi, Borja y Lili charlando de manera animada y cargando con algunas cajas de comida que habían subido para compartir.
Sin embargo, no tarde mucho en volver a pensar en todo aquello. Al final estaba acostumbrado a la misma gente todos los días, pues de vivir con ellos a viajar por el mundo no había mucha diferencia y sentía que el no conocer o conocerla bastante poco, traía esa sensación de novedad tan agradable.
