Angüelo se acercó con lentitud y los ojos muy abiertos.
-¿Has hecho tú eso? -preguntó con un susurro.
-¿Hacer qué? -pregunté confusa.
-Has provocado una tormenta.
Alcé la vista al cielo. ¿Yo había provocado eso?
-Es cierto. -le apoyó Rixon- Lo has hecho.
-Pero... Aún no sé usar mi magia. -aseguré, mirando a uno y a otro.
-Tal vez te has dejado llevar por tus emociones. -se aventuró a proponer Angüelo- Se te veía realmente cabreada.
-Angüelo tiene razón. -dijo Rixon, apoyando de nuevo a Angüelo.
-Es... posible. -dije frunciendo el ceño tras unos segundos de reflexión- Pero, ahora, vayámonos.
Con cierta dificultad empecé a caminar, cojeando levemente. Rixon y Angüelo se miraron un momento el uno al otro. Luego, cada uno se colocó a un lado y me sirvieron de apoyo.
Ahora, después de tantos años, me arrepiento de no haberles dado las gracias en su momento. Me gustaría haberles dicho tantas cosas. Me gustaría haberles dicho que eran... eran... de los mejores amigos que he tenido nunca. Pero no hice nada de esto.
-Se está despejando. -comentó Rixon, alzando la vista al cielo.-¿Ya estás calmada? -preguntó Angüelo con una gran sonrisa y los ojos muy abiertos. Me pareció adorable su expresión. Sonreí abiertamente.
-Sí, estoy calmada.
Volvimos al bosque, caminando lentamente. Angüelo era un potro dulce, inocente y simpático. Aunque no paró de hablar en todo el tiempo, le escuché con atención.
-¿Crees que podrías volar otra vez? Así volveríamos más rápido. No quiero decir que seas una carga, o que no quiera ayudar, pero iríamos más rápido.
-No lo sé. No creo que sea lo mismo despegar desde el suelo que saltar desde un acantilado. -respondí.
-Escuchad. Creo que nos hemos perdido. -sentenció Rixon. Tras unos momentos observando a mi alrededor, me fijé en el riachuelo que había a unos metros de distancia de nosotros.
-Ese es el riachuelo de esta mañana. -Rixon y yo nos miramos- Vamos por buen camino, Rixon.
-¿El riachuelo de esta mañana? -preguntó Angüelo con curiosidad.
-Sí, la hechicera me dará clases aquí.-¿Estará el silfo? -preguntó Rixon con una gran sonrisa. Se acercó corriendo al riachuelo y se inclinó sobre este- Eh, silfo. ¡Déjate ver!
-Yo también quiero mirar. -Angüelo se volvió hacia mí- Vamos.
Angüelo me sirvió de apoyo mientras nos acercábamos al riachuelo y luego se separó un poco de mí para inclinarse también para observar el agua.
Yo no hice lo mismo. Simplemente me quedé ahí mirando los árboles. De nuevo me dio la sensación de que un árbol se movía. Las ramas de los árboles se agitaron ante el paso de una ráfaga de aire. Los viejos troncos chirriaron. Parecían tener conciencia propia. La ráfaga de aire frío me golpeó el rostro con suavidad y pude ver mi propio aliento cálido que contrastaba con el aire helado. Era como si unas manos congeladas y suaves me acariciaran. Aquello me relajó en gran medida y, el ardor que sentía en el tobillo comenzó a desaparecer. Me miré la pata con asombro. Ya no parecía tan hinchada como antes. Me volví de nuevo hacia los árboles. Pude ver unos pétalos de rosas de cerezo que el viento hacía flotar, me rodearon y luego se marcharon flotando de nuevo. Durante un segundo me había parecido escuchar una dulce risa proveniente de los pétalos.
El encanto del momento se rompió al darme cuenta de que Rixon me llamaba preocupado.
-Shindra, ¿estás bien? ¿Ocurre algo?
Parpadeé un par de veces, volviendo a la realidad.
-Sí, sí. No... ocurre nada.
Al acercarme al riachuelo, me di cuenta de que ya no cojeaba. El dolor había desaparecido por completo. Sonreí con alivio.
-¿Me lo parece a mí o...? -Rixon dejó la pregunta en el aire, alzando las cejas.
-Sí. -dije con una gran sonrisa- Estoy recuperada.
-Yo también quiero hacer magia. -dijo Angüelo con los ojos muy abiertos.
-En nuestra raza solo las yeguas pueden ser hechiceras. -aseguró Rixon como si fuese la respuesta a todas las preguntas del universo.
-¿Y eso cómo lo sabes? -pregunté alzando una ceja.
-Lo dijo la hechicera.
-Ah, vale. Eso me tranquiliza. Creí que lo había dicho tu madre. No me fío de ella.
-¡Eh! -exclamó Rixon, ofendido.
Solté una risita y crucé el riachuelo sin importarme el hecho de que me estaba mojando. Rixon ya se encontraba al otro lado. Angüelo hizo lo mismo que yo, aunque él lo cruzó andando muy exageradamente, alzando mucho las patas y diciendo:
-Está fría, está fría, está fría...
Rixon y yo nos reímos ante su reacción y nos dirigimos hacia el claro. Una vez llegamos allí, madre vino corriendo hacia mí. Parecía estar realmente preocupada.
-Shindra, hija mía, ¿te encuentras bien? ¿Qué ha ocurrido?
-¿A q-qué te refieres? -pregunté temerosa. No estaba segura de si debía contarle lo sucedido.
-Shyvo asegura que has intentado tirarle por el acantilado. -fue mi padre quien me respondió. Se acercaba con paso lento y aspecto serio.
-¡¿Que ha dicho qué?! -grité enfadada- Será... Será... ¡Retrasado! Yo lo mato. ¿Dónde está?
Hice ademán de salir corriendo, pero mi padre me detuvo con su ala.
-Eh, relájate. ¿Según tú qué ha pasado? -me preguntó alzando las cejas.
-¿Según yo? -repetí ofendida- Perdona, padre, pero tengo testigos.
-Vale, vale. Ahora cuéntame lo sucedido.
Tras contarle lo ocurrido, y con el apoyo de Rixon y Angüelo, madre me revisó durante cinco largos minutos buscando alguna herida.
-Madre, que estoy bien. ¡Madre! -me quejé una y otra vez, pero hasta que ella se aseguró de que realmente estaba bien, no me dejó. Rixon y Angüelo rieron al ver la situación.
-¿Y dices que los espantaste provocando una tormenta? -preguntó mi padre.
-Ehm... Sí, así es. -dije arrepentida, agachando la cabeza. Padre guardó silencio unos momentos, y luego, habló con una gran sonrisa:
-¡Esa es mi hija! Estoy muy orgullo... -madre le dirigió una mirada de reproche- Digo, eso ha estado muy mal. No le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti. -padre miró a mi madre esperando su aprobación. Ella rodó los ojos y negó con la cabeza. Pero no decía que no, simplemente se negaba a creer que padre fuese tan infantil. Rixon y Angüelo rieron de nuevo, y esta vez reí con ellos.
-Debemos hablar con sus padres. -dijo mi madre.
-¿Sus p-padres? -repitió Angüelo, que de pronto había empezado a temblar.
Mi padre le miró seriamente.
-Tranquilo, chaval. Lo conseguiré. -dijo guiñándole un ojo. Angüelo negó con la cabeza. Parecía más asustado que antes.
Padre suspiró y me miró unos momentos. Se inclinó para hablarme al oído y susurró:
-Te enseñaré a volar bien después. Así podrás lucirte ante los demás por ser la primera en aprender, ¿de acuerdo?
Sonreí ampliamente y asentí. Padre se puso recto de nuevo y, tras darle un rápido beso a madre, se marchó. Me dediqué unos instantes a observarle.
-¡Vamos a jugar con la nieve! -exclamé de pronto, mirando a mis amigos con una sonrisa.
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Olvidar significa morir
FanfictionShindra Shainorson, pegaso y hechicera maldita, deberá recorrer un largo camino de dudas y sufrimiento para decidir si los humanos realmente merecen la vida o la muerte. Un camino que la llevará a presenciar la muerte de sus padres y de enamorarse d...