Tormenta. Había tormenta. Todo estaba oscuro y se escuchaban los truenos rugir en el cielo, como tambores que sonaban sin descanso. No veía nada. No llovía, pero los truenos continuaban, y a la luz de un relámpago pude ver la siniestra silueta de una pegaso. Era Lorei. Le brillaban los ojos con fuerza, como si tuviese un par de pequeños soles en las órbitas de los ojos. Retrocedí unos pasos. Tenía miedo.
Al retroceder, noté que chocaba con algo. Me di la vuelta y observé espantada a las fantasmales figuras de mis padres, allí detenidos. Sus figuras, mutiladas, con múltiples heridas, sangrando, me miraban con odio.
-Morimos por tu culpa. -me dijeron al unísono, con voz de ultratumba- Nos dejaste morir.
-No, no... ¡Eso es mentira! -retrocedí de nuevo y salí corriendo, pero por mucho que lo hiciera, no conseguía alejarme de ellos. Muy lentamente ellos fueron abalanzándose sobre mí y yo no podía moverme de mi sitio. Las llamas aparecieron al caer un trueno en un árbol. Las llamas lo consumieron todo en cuestión de segundos.
Yo sin poder moverme. Ellos rodeándome. Y, entonces, todo se volvió negro mientras yo gritaba con horror...
Me desperté, sudando y jadeando. Otra pesadilla. Habían pasado cincuenta años del incendio. Y no había noche en la que no tuviese pesadillas. Siempre las tenía. Siempre. No me libraba de ellas.
Me encontraba tumbada entre las enormes raíces del viejo ent. Respirando aún entrecortadamente, alcé la vista hacia Árnor. El ent estaba despierto y me miraba intensamente.
-¿De nuevo las pesadillas? -me preguntó con su ronca y grave voz. Asentí.
Desde hacía mucho tiempo me había ido a vivir con Árnor. Al ser menor de edad necesitaba que alguien cuidase de mí y mi abuela no estaba en condiciones para hacerlo. Nadie de mi manada se ofreció a cuidarme. Pero Árnor, al enterarse de aquello, me aseguró que con él estaría a salvo, que me cuidaría como si fuese aquella hija que perdió hace tantos años.
Porque si algo teníamos en común Árnor y yo, era la pérdida de los seres que más queríamos. Ambos estábamos solos, al fin y al cabo. ¿Qué mejor modo para sentirse entero que juntarse con otra mitad que también estaba rota y marchita?
-Sabes que no tienes por qué sentirte culpable por lo sucedido. -me dijo Árnor.
-Eso ya lo sé. -suspiré con pesadez. Me levanté lentamente, pero me detuve al darme cuenta del nuevo personaje que había aparecido en mi sueño- Árnor. -le llamé.
-Dime, pequeña Shindra.
-Esta... esta vez he soñado también con Lorei. -dije en voz baja. Resultó ser todo un milagro que el ent me escuchase con los sordo que estaba. Tenía demasiado musgo en los oídos.
-¿La antigua hechicera? ¿Acaso te siente culpable por ella también? -me preguntó.
No, desde luego que no. No me sentía culpable por Lorei. La odié. La odié desde el momento en que me habló de aquel absurdo destino al que había estado atada.
-No, no me siento culpable por Lorei. -cuando comencé a echar a andar, Árnor me habló de nuevo y yo me detuve para escucharle, sin darme la vuelta para mirarle:
-No debes odiarla por tu destino. Ella no era quién te obligaba a cumplirlo. Debes comprender eso. Ella solo te avisó.
Pensé unos instantes lo que me había dicho. Sí, vale, tenía razón. Pero podría haberme avisado antes. Habría tenido tiempo para reaccionar. Pero no lo hizo.
-Eso ya lo sé, Árnor. Ya lo sé. -bajé la mirada, y al fin me marché. Tenía que dar una clase.
Durante los últimos cincuenta años había estado enseñando a Xerín todo lo que Lorei me había enseñado, aunque se me empezaban a acabar las lecciones. Había poderes que mi pequeña alumna aún no controlaba a no entendía, pero cuando lo hiciera estaría a la altura de mis conocimientos. Los últimos mese había estado intentando ampliar mis poderes, pero estando solo no aprendería tan rápido.
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Olvidar significa morir
Fiksi PenggemarShindra Shainorson, pegaso y hechicera maldita, deberá recorrer un largo camino de dudas y sufrimiento para decidir si los humanos realmente merecen la vida o la muerte. Un camino que la llevará a presenciar la muerte de sus padres y de enamorarse d...