Primera Parte: Capítulo 9

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La abuela me condujo hasta el bosque y una vez allí, se detuvo. Miraba distraída hacia la oscura profundidad del gran bosque. Yo la observaba atentamente, esperando a que hablara.

-Exlis era... era mi madre. -dijo con voz ronca.

Abrí mucho los ojos, agité la cola con entusiasmo y la miré con las orejas muy tiesas.

-¿Exlis era mi bisabuela?-pregunté, inclinando un poco la cabeza y dando un corto paso hacia ella. Mi abuela asintió y me miró de reojo, con las cejas alzadas.

-Mi madre era mucho más que eso. Fue la precursora de la tregua entre pegasos y unicornios.

Fruncí el ceño.

-Pero... ¿No estamos en guerra?

-No, ya no. -respondió, negando con la cabeza- Mi madre propuso la tregua y los Ros de ambas manadas aceptaron. Pero, aún subsiste el odio y el rencor. Creo que más bien se debe a la costumbre y no porque lo sientan realmente.

Yo me encontraba confusa.

-Pero, ¿qué piensas acerca de los humanos, abuela? -le pregunté de pronto, acercándome a ella, puesto que ahora también sentía curiosidad acerca de lo que ella pensaba acerca de esas criaturas de las que todos hablaban y que yo aún no había visto.

-Creo... Creo que son una raza confundida. Solo eso. Me temo que no saben lo que quiere realmente. -hizo una pausa- Y que no todos son malos. Eso es lo que creo.

Parpadeé un par de veces y ladeé la cabeza.

-¡Yo sí que estoy confundida! -me lamenté con un quejido.

Mi abuela me miró con ternura y rozó su mejilla contra la mía, a modo de caricia. Me dejé hacer mientras dejaba mi lamento a un lado.

-Eres especial, pequeña. -me susurró. Abrí mucho los ojos y me separé un poco para poder mirarla a los ojos.

-Eso mismo me dijo madre. El primer día de mi existencia. -murmuré bajando la mirada. Ella sonrió leve.

-Isis tiene razón. Verás, pequeña, solo nace una hechicera cada tres mil años y tan solo nace un hijo de la noche cada cinco mil. Solo nace una hechicera maldita cada ocho mil años. Tú naciste con tres mil años de antelación.

-Entonces, hace... cinco mil años de la muerte de la muerte de la bisabuela, ¿no? -pregunté dudosa, puesto que no sabía si había hecho bien los cálculos. La abuela asintió.

-Así es. -bajó la mirada un momento y, luego volvió a mirarme- Algunos esperábamos que fuese tu madre quién heredase los poderes de tu bisabuela. Pero, al no ser así, todos creímos que nacería en el año supuesto por nuestros cálculos. Sin embargo, estábamos equivocados. Y tú eres la muestra andante de ello.

-¿Y por qué pensabais eso? -pregunté entrecerrando los ojos.

-Por la advertencia de mi madre. "Mi legado permanecerá oculto hasta llegado el momento en el que más se la necesite". Aún recuerdo aquello. Yo era joven y me dolía verle así, tan desquiciada y aparentemente loca. Al final acabé por darle de lado, como los demás. Ahora me arrepiento de ello.

Rocé mi hocico con su mejilla, en una sutil caricia, pues se la veía triste, melancólica y totalmente arrepentida.

-Lo siento. -murmuré, apenada.

-No lo sientas. Tú no tienes la culpa. -me dijo. Parecía estar al borde del llanto, pero no llegaba a llorar- Es hora de que te vayas. -la miré dudosa, no quería dejarla así- ¡Venga! ¡Vamos! A jugar. ¿No ibas a enseñarles a bolar a tus amigos? Corre, pequeña.

Olvidar significa morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora