Primera Parte: Capítulo 11

36 7 0
                                    

-Por lo que veo no habéis tenido problemas para encontrar el lugar de reunión de esta noche, mis damas. -dijo el unicornio con un encanto bastante seductor.

-Los fuegos fatuos han sido considerados y nos han guiado. Aunque casi no lo conseguimos. -respondió la madre de Angüelo, lanzándonos una indirecta a mi amigo y a mí. Ambos dejamos escapar una risa nerviosa.

El unicornio pareció captar la indirecta, puesto que sonrió.

-Vuestros potros no son los únicos. -en ese instante, un joven potrillo de unicornio apareció de detrás de él. Abrí los ojos enormemente. Pelaje negro. Al igual que yo. Su blanquecino cuerno contrastaba con su pelaje oscuro. Instintivamente di un paso hacia adelante, curiosa. Él me miró fijamente, con la cabeza un tanto ladeada- Mi hijo no dejaba de molestar al fénix que nos ha guiado.

El nombramiento del ave me devolvió a la realidad y dejé de observar al joven unicornio.

-¡¿Un fénix?! -exclamé con entusiasmo una gran sonrisa- ¿Dónde está? ¡Quiero verlo!

El unicornio rió, extremadamente divertido.

-Tan entusiasta como su madre. -sentenció, riéndose aún.

-Vaya, Fiki, veo que has llegado antes. -era la voz de mi padre. Su imponente figura apareció de entre los árboles, seguido de otro pegaso- Y adulando a mi mujer, por lo que veo.

-Perdona, Shainor, no quiero ser arrogante, pero estaba adulando a tu hija -recalcó ese "tu hija"- por parecerse a tu mujer. Son cosas distintas. -al tal Fiki se le veía tenso ante la presencia de mi padre, mientras que éste último parecía, en cierto modo, cabreado. Miré a ambos, confusa.

Mi madre me habló al oído:

-Ambos, hace muchos años ya, compitieron por mi amor. -me susurró divertida- Obviamente sabes quién ganó. -madre me guiñó. Sonreí sin poder evitarlo. Y aún tenía la sonrisa en el rostro cuando le pregunté:

-Pero... ¿nuestras especies pueden unirse?

-No está aceptado socialmente. Pero, nosotros no pensamos así. De modo que nos reunimos todas las noches de Luna llena, sin que los demás se enteren.

Poco a poco comenzaron a llegar algunos pegasos y unicornios más hasta que, aparentemente, habían llegado todos. Formaron pequeños círculos mixtos y hablaban entre ellos jovialmente, como si fuesen viejos amigos, contándose los unos a los otros lo sucedido durante aquel mes en el que no se habían visto.

Oh, ¡aquello era la prueba, sin duda alguna, de que podíamos llevarnos todos bien! ¿Podríamos hacer lo mismo con los humanos? Aquella sí que era una cuestión difícil de responder.

Angüelo, que no se había separado de mí en ningún momento, debió de notar mi rostro de concentración, puesto que me preguntó:

-¿En qué piensas, Shin?

Su voz me sacó de mis pensamientos y, tras unos momentos de confusión en los que me dediqué a organizar mis pensamientos correctamente, lo único que se me ocurrió decir fue:

-¿Shin?

-¡Sí! -exclamó alegremente- Me parece un diminutivo perfecto para tu nombre.

-Mm... De acuerdo... -ladeé la cabeza, indecisa.

-No se te ve muy segura. -me dijo levemente entristecido- ¿No te gusta? ¡Puedo pensar en otro si quieres!

-No, no. Me gusta Shin. Suena lindo. -dije con una cálida sonrisa.

-Hola... -oí decir a una tímida voz. Al girarnos para ver de quién se trataba, me dio un vuelco el corazón. El unicornio de pelaje negro. Nos miramos con gran curiosidad.

-Hola. -saludamos Angüelo y yo al unísono.

-Soy Nox. -se presentó el unicornio.

-Shindra. -respondí yo.

-Angüelo. -dijo mi amigo.

El unicornio sonrió ampliamente.

-Me alegra saber que no soy el único potro de aquí. Uno llega a aburrirse mucho sólo rodeado de adultos.

-¿Ya has venido en otras ocasiones?

-Esta ya es la quinta vez que vengo. -dijo, como orgulloso de si mismo.

-Y... ¿exactamente que hacemos en estas reuni...? ¡Oh, por Aslan! ¡¿Qué es eso?! -exclamé de pronto, al ver un ave de resplandecientes plumas rojas y larga cola de plumas amarillas. Tenía un pico corto y curvo, de un color carne oscuro, del mismo color que sus huesudas y delgadas patas. Sus pequeños ojos oscuros me observaban con una tremenda ternura.

Ante la exclamación que lancé tan inesperadamente, más de un pegaso y unicornio me miraron levemente sorprendidos, para luego mirarse entre ellos y reír divertidos.

-Es el fénix que nos guió a mi padre y a mí hasta aquí. -me dijo Nox.

El ave se encontraba posada en el borde de la taza de la fuente. Me acerqué lentamente a la fuente, sin apartar ni un momento la vista de la grandiosa ave. Angüelo caminaba un paso por detrás de mí, con la cabeza un tanto agachada, y sin apartar la vista tampoco del fénix. Cuando me detuve junto a la fuente, me encontraba cara a cara con la criatura. Me encontraba fascinada. Era realmente hermoso. Angüelo, a mi lado, observaba también al ser.

-Es bonita, ¿verdad? -preguntó Nox, que se había situado a mi izquierda.

-¿Es hembra? -le pregunté alzando las cejas, con una leve sonrisa.

-Mm... No lo sé. -me respondió con una leve sonrisa- Pero, tiene aspecto de ser una señorita.

El fénix dio un leve graznido, llamando nuestra atención. Me incliné levemente sobre el ave, observándola con gran atención. Para mi sorpresa, en lugar de separarse un poco, que habría sido lo lógico, jugó un poco con mi largo flequillo negro, tirando un poco de este. Sacudí un poco la cabeza, con una sonrisa en el rostro. El ave me dirigió una tierna mirada y dejó escapar otro graznido, para luego abrir sus alas y alzar el vuelo. Tenía unas alas inmensamente grandes. Voló con gran elegancia por encima de todos hasta posarse en una baja rama de un árbol apartado.

-Le gustas. -sentenció Angüelo con una sonrisa- O eso parece.

-Yo le gusto a todo el mundo, Angu. -le dije con cierto tono engreído, a modo de broma. Nox rió abiertamente mientras Angüelo me miraba extremadamente divertido.

-¿Angu? -preguntó con una sonrisa.

-Sí, lo he pensado y te queda genial. Suena... tan... ¡tan achuchable!

-¡Es cierto! Es muy achuchable. -me apoyó Nox. Los tres reímos a carcajadas.

-Shindra, me gustaría hacerte una pregunta. -me dijo Nox, después de que nos relajáramos.

-De acuerdo. Adelante. -le insté.

-¿Eres la nieta de Larín? -me preguntó repentinamente serio.

-Sí... ¿Conoces a mi abuela? -le pregunté frunciendo el ceño. Angüelo miraba a Nox con la cabeza ladeada, entre sorprendido y curioso.

-Por supuesto que sí. Todos aquí la conocen. Tu abuela es, sin duda alguna, la muestra de la tregua entre nosotros.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Angüelo inocentemente. Pero, no había acabado de pronunciar la última sílaba cuando escuché decir:

-Oh, Larín. Ya has llegado. Pensábamos que no vendrías. -dijo un unicornio.

-No me perdería una de nuestras reuniones por nada del mundo. -dijo la voz de mi abuela.

Quería verla, hablar con ella. Me colé furtivamente entre las patas de los mayores. Cuando la localicé entre toda la multitud que se había acercado a hablar con ella y me acerqué. Al quedar frente a ella, me detuve nada más verla, con la boca abierta de la sorpresa.


Olvidar significa morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora