Capítulo 11

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26 de mayo de 2005

Los hechos cambian dependiendo de la perspectiva.

Por ejemplo, si tú eres la víctima de un secuestrador, solo tú sabes que fue imposible defenderse de él en el momento, que el pánico hizo que tus alarmas no despertaran y por ello terminases en un sótano a oscuras y con la sensación de morir en cualquier momento.

En cambio, si eres quien lee la noticia en el periódico, solo puedes pensar en lo estúpida que fue esa persona al no reaccionar y en no atacar de vuelta al agresor, piensas en lo que tú habrías hecho en su lugar, en cómo habrías escapado del secuestrador valientemente y que habrías hecho la denuncia para que él terminara preso.

Fácil, ¿cierto? Pero visualizarte en una situación y estar en ella es muy diferente, sobre todo cuando desconoces muchos detalles del suceso.

Era eso lo que estaba sucediendo en la academia Umbrella. Los integrantes empezaban a preguntarse por qué Victoria ya no entrenaba con ellos, por qué no seguía en las clases, qué pasaba que ya nunca la veían. Tal como lo hacían esa tarde, estaban los siete hermanos en la cocina merendando después de clases.

—Siento que es la con-consentida de papá —dijo Diego rodando sus ojos.

—Es verdad, ya ni siquiera tiene entrenamientos, duerme hasta tarde, se levanta a la hora que quiere y luego sale de la academia —mencionó Luther, celoso.

Klaus frunció el ceño.

—¿La has visto salir de la academia? —preguntó número cuatro, desconfiado.

—No, pero es obvio que si no está en ningún lado de la academia es porque está fuera.

Cinco suspiró y dejó su taza de café a un lado.

—Odio cuando se ponen a hablar mal de la gente por detrás —murmuró Cinco, hastiado.

—Siempre molestas a Ocho —le recordó Allison.

—Es distinto. Nos molestamos mutuamente, no ando hablando mal de ella con otros —y sin más se teletransportó hacia el pasillo de su cuarto.

Miró la puerta que tenía enfrente, la puerta de número Ocho. Vio que ésta estaba entreabierta y dudó unos segundos antes de decidirse a entrar.

Cinco vio enseguida a Victoria. Ella estaba acostada en la cama, boca abajo, pero no estaba durmiendo. Estaba despierta mientras jugaba con un papelito en su mano.

El chico carraspeó, y cuando los ojos de ella se encontraron con los suyos sonrió burlonamente.

—¿Acaso estás jugando a ser la bella durmiente?

Ocho lo miró y volvió su mirada hacia el papel.

Eso fue extraño. Ambos siempre se molestaban, y que Victoria se quedase callada ante una provocación de Cinco era sinónimo de que algo iba mal con ella.

Cinco entró al dormitorio y fue a su lado, aún de pie.

—Te ves horrible —murmuró al ver la palidez en la piel de Victoria.

Tenía unas ojeras notorias, su rostro no tenía color y se notaba que estaba adelgazando rápidamente.

—¿Por qué no bajaste a desayunar? Habían de esas cositas dulces que te gustan. Lunas menguantes, creo que se llaman —comentó Cinco sin despegar su vista del rostro de la chica.

—Media lunas —lo corrigió Victoria, suspirando.

—La misma mierda. Pensé que bajarías a comerte todas antes de que Klaus te ganase.

𝐌𝐲 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐧𝐞𝐯𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐞 - Cinco HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora