Capítulo 16

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16 de julio de 2005

—¿Para qué venimos aquí? —preguntó Victoria siguiendo a Reginald.

Él le había pedido que fuese a su oficina, ella había supuesto que era para someterla a alguna de las máquinas, pero se había sorprendido cuando Reginald la había llevado a las escaleras que conducían a la azotea.

Cuando llegaron al punto más alto de la academia, Victoria pudo observar la gran ciudad desde ahí. Las luces de las casas y edificios iluminaban la ciudad y aún había niños jugando en las calles.

—¿Sabes cómo te han denominado? —habló Reginald, yendo hacia una esquina de la azotea.

Ocho se sintió confusa ante la pregunta, pero negó con su cabeza.

—Moon girl —prosiguió su padre, frente a un telescopio—. Y creo que ese nombre es perfecto para ti, Número Ocho. Porque la luna siempre cambia ante los ojos de los demás, al igual como tú puedes cambiarlo todo si sigues potenciando tu poder.

Ella lo pensó un momento, suspirando pesadamente antes de quedar al lado de su padre.

—Pero la luna siempre se mantiene igual, papá —habló Victoria, pensativa—. Aunque ante nuestros ojos cambie, sigue teniendo la misma forma. Y... puede que con mi poder sea igual, tal vez puedo hacer que mil ilusiones sean reales, pero al final del día, si algo debe ser de tal manera, lo será, sin importar cuánto me esfuerce por cambiarlo, ¿no lo crees?

Reginald no respondió, miró por el lente del telescopio y le hizo una seña para que ella observara desde ahí.

Ocho obedeció, y cuando asomó su ojo en el lente, pudo admirar la brillante luna en el cielo, a miles de kilómetros lejos de ella, pero con aquel telescopio parecía que con solo alzar un poco su mano podría tomarla y acunarla en sus brazos.

—Te necesito para que puedas alterar la realidad, Número Ocho —murmuró Reginald, admirando el cielo—. Hay algo que necesito remediar, y solo tu poder puede lograrlo.

Victoria se alejó del telescopio, mirando a su padre con curiosidad.

—En la luna está lo que quiero cambiar, Número Ocho. Y te diré de qué trata cuando logres alterar la vida, la realidad..., pero por el momento debes seguir esforzándote.

Ella asintió lentamente, pensando. ¿Qué podía ser lo que Reginald quería cambiar?

—Ve a dormir, mañana te reincorporarás a los entrenamientos —comentó Reginald, tomando el telescopio dejándolo bajo su brazo.

Ocho sonrió ampliamente ante la noticia y asintió. Se fue hacia las escaleras felizmente para ir a su dormitorio, aunque mientras caminaba se iba sintiendo cansada.

Se puso su pijama y se metió a su cama, acurrucándose y metiéndose por completo bajo las sábanas.

Sintió que un lado de su cama se hundía y dio un respingo cuando la mano de Cinco pasó por su cintura, apegando su espalda al pecho de él.

—Soy yo, tonta —dijo Cinco mientras apoyaba su barbilla en el hombro de su chica, cerrando sus ojos.

—Pareces acosador, imbécil.

𝐌𝐲 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐧𝐞𝐯𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐞 - Cinco HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora