Capítulo 14

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12 de junio de 2005

Habían pasado dos semanas desde al accidente en aquella misión. Allison había ido mejorando, pero no podía entrenar debido a que la herida aún estaba cicatrizando.

Reginald había iniciado con clases de baile, según él nunca se sabía cuando un paso de baile podía salvarles la vida en una pelea. Aunque también se decía entre los integrantes de la academia que Reginald estaba organizando una fiesta para el cumpleaños número dieciséis de los Hargreeves.

Victoria era la más ilusionada por aquel día, pensaba que todas sus fantasías de Disney se harían realidad, y aunque faltase poco más de cuatro meses para su cumpleaños la emoción no se iba.

—¿Crees que me deje ensayar con ustedes? —le preguntó Vanya a Victoria en un susurro mientras esperaban el momento adecuado para entrar a la oficina de Sir Reginald.

—Yo digo que sí —murmuró Ocho—. Eres nuestra hermana y también será tu cumpleaños. Es algo distinto a los entrenamientos.

Vanya asintió y ambas tomaron una gran bocanada de aire antes de entrar.

—Sir Reginald, hola —habló Victoria, nerviosa.

Él ni siquiera las miró y continuó escribiendo.

—Um, bueno, queríamos pedirle, Vanya y yo, que si puede dejarla ensayar con nosotros —comenzó Ocho, mirando a su padre—. Porque será nuestro cumpleaños y sería lindo que Vanya pudiera participar y...

—Sí, Número Ocho —interrumpió Reginald, alzando la vista y viendo a ambas chicas—. Número Siete también participará en los ensayos.

Victoria contuvo un chillido de emoción y miró a su hermana con una amplia sonrisa.

—Vale, gracias —murmuró Victoria e hizo el ademán de irse rápidamente.

—Número Ocho, debo hablar contigo.

Victoria se detuvo, apretando sus labios y se giró hacia él. Vanya miró a Ocho con lastima y salió de la oficina.

—¿Sucede algo, padre? —preguntó ella, nerviosa.

—Número Uno me comentó que el día de la misión no te sentiste bien al usar tu poder —mencionó Reginald, yendo a abrir la puerta que llevaba a las salas con las máquinas.

Victoria maldijo en voz baja a Luther y apretó sus puños.

—Creo que la máquina número dos me está haciendo mal —informó ella, siguiendo a su padre cuando éste se adentró en el pasillo—. Cuando usé mi poder apareció un gas azulado.

—Eso es buena señal, Número Ocho. Aquel gas hace que tu poder sea más fuerte —dijo Reginald seriamente.

—Pero hizo que casi cayera inconsciente...

Reginald la miró de reojo y se quedó callado.

El temor inundó el cuerpo de Victoria cuando vio a Pogo y Grace en la sala.

—Pero no es necesario que deba usar las máquinas, papá... Yo creo que fue algo común. Una consecuencia normal, ¿no?

—Silencio, Número Ocho.

𝐌𝐲 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐧𝐞𝐯𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐞 - Cinco HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora