43. Michelada

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«This happens once every few lifetimesThese chemicals hit me like white wine»

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«This happens once every few lifetimes
These chemicals hit me like white wine
»

The Alchemy - Taylor Swift

AMANDA

Antes de casarse, las parejas se hacen muchas promesas. La mayoría de ellas muy emocionales o demasiado irreales para ser cumplidas, nadie vive para siempre ni nadie puede bajar las estrellas...

Hasta la fecha, que yo tenga entendido. No se lo he dicho ni en broma porque cuando tiene tiempo libre es muy ocurrente.

Yo le pedí a mi futuro esposo una sola cosa:

—No hagas una locura.

La sonrisa de Ron es tímida pero no está oculta, sea lo que sea que ha pensado, está muy lejos de "no ser una locura". el sol de nueva york le impacta en la cara, sus ojos claros se ven un poco más pequeños pero su mirada se suaviza siempre que me ve. Le ha crecido un poco el cabello, después de todo estamos de vacaciones, no tenemos nada más de qué preocuparnos además de tener fotografías con buenos paisajes.

Tengo una vista increíble cada mañana.

—Buen día —murmura sonriente—. ¿podría amanecer un día de este año sin una amenaza tuya?

—¡No! —me reacomodo en la cama, él sube la manta para tapar mi piel desnuda—. llevo unos cinco meses estresada.

—No sé de qué hablas —miente al hacer contacto visual y casi, casi le creo—. he organizado una boda sencilla.

—Eres un buen actor, ¿te lo han dicho?

—Un poco.

Ron se desliza debajo de las sábanas, su mano rodea mi mejilla y empieza a llenarme de pequeños besos cortos. Son las diez de la mañana, él sigue oliendo a mi perfume. Hace un poco de frío fuera pero el calor de su cuerpo me mantiene pegada al colchón, finjo intentar "apartar" mi cara de la suya para que hunda sus dedos con mayor determinación en mi piel.

La textura rasposa de su barba me hace cosquillas, sus caricias son suaves y yo solo quiero morder sus labios. Me gusta la manera en la que sus pupilas bajan de mis ojos a mi boca, luego a mi cuello.

—Que hermosa eres, Amanda. —dice con voz ronca al posar sus labios sobre los míos y su mano subiendo por mi cintura. Realmente no hay nada que nos cubra además de la tela blanca de las sábanas.

Ahogo un suspiro cuando besa mi cuello, a ciegas, mis manos tratan de leer las venas en sus brazos. Me molesta el sol que se escabulle entre el espacio de la cortina, me asusto por un instante al pensar que alguien podría vernos. Luego recuerdo que estamos en el último piso del hotel.

—¿Estás intentando distraerme para que no te descubra?

—Tampoco sé de qué hablas, Amandita.

—Algo me estás ocultando.

No apto para estrellas │YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora