¿Qué haces tú aquí?

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Toni:

Quería arreglar las cosas con Paula. Me había comportado como un autentico gilipollas. Salí de mi casa y me dirigí a la casa de Paula.

Llamé al timbre, y enseguida me abrió la puerta. Su rostro se volvió blanco como la nieve.

-¿Qué haces tú aquí?- Dijo frunciendo el ceño.

-S-solo he venido a hablar contigo.

-Pues yo no quiero volver a hablar contigo, sólo soy una apuesta para ti no? Pues si es así, ¿Qué haces aquí?-Dijo bastante enfadada. Notaba cierto odio hacia mi persona.

-Es demasiado tarde, lo sé. Pero quiero disculparme. Al principio si que eras sólo una chica más. Sólo una apuesta. Pero terminé cogiéndote cariño.- Dije agachando la cabeza.-Cuando te alejaste de mí, sentí un gran vacío en mi corazón. Me había enamorado de ti.

-Y-yo... no sé que decir. Yo he conseguido olvidarme de tí. Y como puedes ver, tengo novio y nos queremos mucho.- Dijo con un poco de tristeza. Se le veía en la mirada.

-Espero que por lo menos, seamos amigos...- Dije triste

-Tendría que pensarlo. Que pensarlo mucho. Adiós. -Y cerró la puerta antes de que pudiera contestar.

Paula:

¿Había venido a disculparse? ¿Para qué? ¿Para ser amigos y que me vuelva a hacer daño? Lo tendría que pensar muchísimo antes de decidir.

Media hora después, mis amigas y Carlos se fueron de mi casa. Fui hacia la cocina a prepararme la cena y en ese instante Pablo entro a casa.

-¿Dónde has estado durante todo el día?- Y me llegó un olor fuerte a alcohol- ¿Has estado bebiendo?

-N-no, no he bebido nada. -Dijo tambaleándose por todo el salón. Había bebido y lo sabía.

Sabía que había bebido. Pero no le di la más minima importancia. Fui a mi habitación. Me desvestí y me puse mi pijama.

Revisé mi móvil y no tenía nada importante. Así que me dispuse a dormir. Pero no podía. Recuerdos de mi madre invadian mi mente. Recuerdos de cuando yo era pequeña y jugaba con mi madre en el patio de casa. Me levanté de la cama y encendí la luz de la mesita de noche. Cogí una chaqueta del armario y me dirigí al patio.

Caminé por el césped dirigiendome a los columpios. Y un recuerdo volvió a invadir mi mente. Mi madre empujandome en el columpio y yo pidiéndole que me empujara más fuerte. Que quería tocar el cielo.

Subí al columpio y empecé a columpiarme. Las lágrimas recorrian mi rostro una vez más. La echaba muchísimo de menos. Me gustaría haber compartido con ella más tiempo.

Empecé a columpiarme más fuerte. Quería tocar el cielo como de pequeña. Quería estar con ella. Bajé del columpio y me recosté sobre el césped recién cortado. Contemplé las estrellas.

Recordé cuando mi madre me decía que cuando una persona moría, había una estrella más en el cielo. Quería buscar su estrella. Quería que ella estubiera aquí, conmigo. Y poco a poco fui quedándome dormida.

Las semanas pasaban y el recuerdo de mi madre seguía en mí. Pablo, cada noche volvía tarde y borracho. Empezamos a distanciarnos y la relación padrastro-hija se iba rompiendo cada vez más. Se podía decir que no tenía padres. Pablo dejó de preocuparse por mí y cada dos por tres estábamos discutiendo.

Empecé a llorar cada noche. Echaba de menos a mi madre. Me encerraba en mi habitación y no salía durante días.

Carlos seguía viniendo a verme cada día. Cuando estaba con él me olvidaba de todos mis problemas. Quería estar con él a todas horas sólo por no estar triste.

Hacía unos días fui al cementerio a visitar a mi madre. Compré un ramo de sus flores favoritas y lo deposité sobre su tumba. Acaricié cada letra de la lápida derramando una lágrima a la vez.

-M-mamá, e-estés d-donde e-estés, r-recuerda qu-que si-siempre e-estarás en m-mi c-corazón.- Dije con la voz entrecortada y llorando aún más. La necesitaba. Necesitaba cada consejo que me daba. Cada abrazo suyo y cada beso que depositaba en mi frente. Necesitaba cada vez que me ayudaba con mis problemas. Todas las veces que ha secado mis lágrimas. Joder, la necesitaba a ella.

Me agaché y deposité un beso sobre la lápida. Me limpié las mejillas quitando el resto de lágrimas. Fui hacia mi moto y empecé a conducir más rápido de lo normal. La necesitaba. Necesitaba abrazarla una vez más.

Sobrepasé los 120 kilómetros por hora, y en ese momento una luz se aproximaba a mí. Choqué contra algo y caí al suelo. En ese momento oí sirenas que se acercaban pero me desmayé.

Buenas, aquí un nuevo capítulo. Espero que os haya gustado. Un beso y un abrazo, Patri :)

Virgen a los 19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora