Renunciando al yo por el nosotros
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.Tras un breve descanso para reponer fuerzas y asearnos, nos reunimos en la sala principal. Un agobiante sentimiento de impaciencia comienza a invadirme mientras constato la ausencia de Dalot, Cali y Oberón. La situación me llena de una profunda incomodidad, intensificada por la imposibilidad de abandonar este lugar debido al bloqueo de la salida.
Para colmo de males, los espectros se pasean por la sala con una actitud inquietante, simulando leer o pasear sin aparente objetivo. Sin embargo, es evidente que nos observan con detenimiento, como si buscaran anticipar nuestros próximos movimientos.
Luego de una tensa espera, uno de los fantasmas parece percibir nuestra creciente desesperación ante la falta de noticias. Como si de una peculiar ofrenda se tratase, deposita un tazón de nueces en el centro de la mesa. Para intentar aliviar la tensión, nos dedicamos a la tediosa tarea de pelarlas, una actividad que apenas logra distraer mis inquietos pensamientos.
—Hay algo que no entiendo —dice Haru sin dejar de pelar nueces—. ¿Cómo capturabas a esas criaturas si la barrera impide que nosotros entremos?
Jerrold, con un codazo indiscreto y una mirada severa, la observa en silencio. Por mi parte, esbozo una sonrisa tenue. Es evidente que ambos anhelan conocer los detalles de lo sucedido.
A pesar de que mis acciones no fueron las más acertadas, y una punzada de vergüenza me invade, soy consciente de que ellos se han visto afectados por ellas. Por lo tanto, considero que es mi deber responder a sus preguntas.
—Jamás crucé la barrera —aclaro—. Mi estrategia consistía en acercarme al límite y esperar pacientemente a que alguna criatura osara cruzar al mundo mortal por su cuenta. La barrera está diseñada para impedir nuestro paso, pero no para el de ellas. Solo buscaba llamar su atención y atraparlas una vez que estuvieran en nuestro territorio.
—¿Y tu método siempre tenía éxito?
—Las criaturas pequeñas suelen ser bastante curiosas, lo que facilitaba mi tarea. Solo bastaba con atraerlas y listo. Caían en la trampa sin ofrecer resistencia.
—¿No sentías remordimientos por tus acciones?
—La primera vez, sí —confieso con pesar—. Pero luego… —me encojo de hombros— supongo que cuando algo se repite con frecuencia, deja de parecer extraño. Además, tenía que sobrevivir. Tengo… tenía… dos hermanos y… ya saben. Ellos necesitaban comer.
—Era dinero fácil.
—Sí —respondo en voz baja.
—No te avergüences —me anima Jerrold con una palmada en el hombro—. Hiciste lo que debías para sobrevivir.
Ese es el dilema que me atormenta sin descanso. Todo lo que hice, lo hice por sobrevivir, por mantener una chispa de esperanza en medio de la miseria. Pero ahora, me pregunto obsesivamente qué tan diferente sería mi vida si no hubiera llegado a este campamento.
Por más que reflexiono, solo veo dos salidas, dos caminos que parecen conducir a la misma desolación. La primera opción era presenciar cómo mis padres se desgastaban en trabajos extenuantes, sacrificando su salud y su tiempo por un salario que nunca alcanzaba para cubrir nuestras necesidades básicas. La segunda, era convertirme en una criminal, condenada a vivir en las sombras para siempre.
—No te tortures —dice Haru con una voz que irradia paz—. Cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Lo importante es mirar atrás, reconocerlos y utilizarlos como impulso para mejorar.
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El campamento de los reyes
FantasyGenevieve se encuentra desempleada, y la situación la está llevando al borde de la locura, ya que el escaso sueldo de su padre apenas alcanza para costear la comida. Aunque su madre se esfuerza en conseguir dinero extra limpiando casas de gente adin...