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Miro sin expresión la pared a su lado, sentía su presencia a solo centímetros de ella. Giro sobre su cuerpo ganando más su atención, llegaba a ver preocupación en su mirar.

—Puedes irte, Bolin. Nadie quiere estar aquí. —hablo refiriéndose a su escondite abandonado. Aún se quedaba allí, no quería otro lado. Sus deudas estaban saldadas y ya no sería perseguida.

—Mi deber como amigo es cuidarte. Es culpa mía que estés herida ahora... —Bolin se encogió de hombros. Sintiendo el peso de la culpa.

Pero realmente exageraba demasiado, solo eran pequeños cortes y cansancio. La rubia puso los ojos en blanco, acomodo mejor su cuerpo de lado apoyando su cabeza en uno de sus brazos.

—Bolin. Estoy bien, puedes irte. Te lo dije como cien veces. —le recordó. El pelinegro infló sus mofletes en un puchero adorable para ella.

—No dudes en llamarme si necesitas algo. ¡La novia de Mako nos deja quedarnos en su mansión! Es genial. Korra nos visitará mañana, también deberías ir. Podrías quedarte conmigo.

—¡¿Contigo?! —sus mejillas se encendieron.

—¡Si! Así ya no tendrás que quedarte aquí, podremos vernos todos los días y hasta compartir habitaciones. Nos contaremos historias de terror y...

Dejo de escucharlo. Se enfocaba en la sonrisa plasmada en su rostro y como hacia énfasis con sus manos describiendo las cosas divertidas que harían.
Suspiro con lentitud, aveces no entendía como alguien podía sonreír y decir locuras todo el día. Sin pensarlo, sus ojos bajaron de su mirada a sus labios, y se detuvieron en sus brazos.

Sus mejillas se tiñeron de rojo vivo.

Desvío su mirada al sentir la suya en ella.

Se sentía avergonzada, tener que verlo de esa forma teniéndolo de frente, movió sus ojos con rapidez para comprobar que la estaba viendo. Efectivamente la veía con su típica sonrisa.

—Bolin, yo...

—¿Necesitas algo? ¿Te duele algo? ¡¿Llamo a un doctor?!

Sonrío enternecida.

De hecho no lo hizo, pero le hubiera gustado hacerlo, aunque no se atrevió. Le sorprendía como Bolin podía ser tan atento, incluso cuando no eran tan cercanos.

Solo eran amigos.

Terra confiaba en él, fue el primero en no verla diferente cuando le contó su segunda habilidad. Quería poder expresarse como debía, contarle todo lo que sentía.

Ya no podía aguantar. No perdía nada con hacerlo, bueno, quizá le diga que no y salga huyendo. O ella podría salir corriendo por la vergüenza.

—¿Terra?

—Si, yo... Es que... ¡Al diablo!

Bolin quiso preguntar que le sucedía, pero fue entonces que su cuerpo cayó al suelo y sintió una presión sobre sus labios. Su interior era un remolino de emociones y dudas, relajo su expresión y sujeto a la chica por su cadera.
El chico volteo la situación y fue él quien quedó arriba, sintió sus manos posarse sobre sus mejillas, abrió por un momento los ojos para ver a la rubia bajo suyo.

Decidió separarse, siendo un hilo de saliva que los unía por unos segundos. Sus respiraciones eran agitadas, ambos tenían el rostro colorado.

—Terra, eso fue...

La chica volvió en sí.

—Ay no. ¿Que hice...?

—¿Que? ¡Espera, Terra!

𝑇𝑒𝑟𝑟𝑎 | ᵇᵒˡⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora