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𝙽𝚊𝚛𝚛𝚊 𝙻𝚞𝚗𝚊:

Llevaba esperando en el aeropuerto hace media hora, no entiendo por qué verga nos hacían esperar tanto para subirnos a un avión y listo.

Ya me había preparado psicológicamente para el largo viaje que me esperaba hasta España sentada en una butaca rodeada de gente que no conocía y con una grande posibilidades de morir.

Además de que todavía no superaba la sociedad de la nieve, iba re cagada de miedo.

Cuando por fin se hizo la hora de hacer el check-in para subir al avión, me paré de mí lugar y fui directo a dejar mí valija y toda la bola. Mí vuelo salía a las siete y cuarto de la mañana, faltaban diez minutos y estaría subiendo al avión.

Me pedí una medialuna antes de subir al avión porque siempre me agarra hambre antes de tiempo, además de los cinco paquetes de chicles que me había comprando.

Le di mí ticket de avión a la señorita que estaba antes de entrar al avión y con una sonrisa me dejó pasar. Caminé por el típico pasillo que conectaba el avión con el aeropuerto el cual solo una vez en mí vida lo había visto y presenciado en persona.

Busque mí asiento que se ubicaba más o menos al medio del avión, era al lado de la ventanilla.

Acomodé mí mochila que tenía alguna que otra boludes arriba en las cosas para poner mochilas y me senté en mí lugar. Miré por la ventana un poco nerviosa toda la pista de vuelo con alguno que otro avión.

Cuando se fue llenando un poco más, a los dos asientos de mí costado se sentaron dos señoras grandes con una sonrisa en el rostro agradeciéndome que tome el lado de la ventanilla porque a ninguna de ellas les gustaba ver a través de ella.

El vuelo despegó y por fin volví a recordar la sensación de estar subida a uno de estos. Obviamente que el despegue es siempre horrible, pero cerrando los ojos como me acordaba que me decía mí mamá no lo sentías.

Fuimos tomando más altura hasta que la vista eran puras nubes blancas. Pero terminé cerrando la persianita de la ventana ya que me había agarrando sueño a los dos segundos.

Me acomodé como más pude y no supe nada más hasta la hora del almuerzo.

Dale Blas, si te pinta la de aparecer.

Si él no me hubiera obligado a esperarlo porque me iba a pasar a buscar, yo ya estaría en un taxi recorriendo las calles de España.

Pero como es tan infumable ese pibe me dijo que lo esperara y que él me llevaba. Me senté en una silla mientras miraba la salida del aeropuerto esperando aquella figura alta de rulos negros y ojo marrones pasar por ella.

Miré mí celular y vi la notificación de Benja preguntandome si ya había llegado. Le contesté que si y le mandé una foto del aeropuerto.

Todavía no caía en que estaba acá, un nuevo país por descubrir pero el mismo sueño. Era tan irreal que ya me había pellizcado varias veces el brazo para poder despertar.

—Hola rulos— dijo el alto llegando enfrente mío y yo me paré tomando mis cosas—. ¿Como estuvo el viaje?— dijo mientras caminabamos hasta la salida.

—¿A dónde vamos?— me preguntó cuando subimos al auto. Yo bajé la cabeza un toque nerviosa.

—Pasa que, no busqué ningún hotel ni nada, no me alcanza la plata para todo. De pedo que me pagaron antes de venir— dije intentado no chocar con su mirada y mire para otro lado.

—Sos boluda eh— me dijo poniendo las llaves en el auto y encendiendolo.

Empezamos a andar en el auto y me quedé con la intriga de a dónde íbamos pero no pregunte nada, capaz estaba buscando un buen puente para dejarme tirada.

Las calles estaban repletas de gente pero su hermosura era demasiada. Miraba todo a través de la ventanilla y me asusté cuando Blas la bajó desde los botones que tenía al lado suyo.

El viento chocó contra mí cara y sonreí por primera vez desde que estaba acá.

Vi muchas tiendas que se me iban a hacer difícil no poder venir a falta de plata pero mínimo a ver un poco de todo. Comida, ropa, artículos, cuadros y pinturas.

Paramos después de andar por quince minutos en el garage de un edificio. Cuando Blas salió del auto copié su acción y le pregunté dónde estábamos.

—Te vas a quedar en mí departamento— me dijo y yo hice un montoncito con la mano y lo moví de arriba a abajo.

—Pero ni en pedo nene.

—¿Y dónde te vas a quedar?

—Prefiero quedarme abajo de un puente— le dije mientras veía como él empezaba a subir las escaleras riendo.

—Dale payasa, duermo yo en el sillón y vos en mí cama.





































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𝚁𝚞𝚕𝚘𝚜 || 𝙱𝚕𝚊𝚜 𝙿𝚘𝚕𝚒𝚍𝚘𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora