XIX

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𝙽𝚊𝚛𝚛𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚘𝚖𝚗𝚒𝚜𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎:

El sentimiento de vacío y ahogo se hacía cada vez más grande en el cuerpo de Blas. Con cada paso que daba tenía cada vez más miedo de lo que pasaría si el tiempo seguía corriendo.

El aeropuerto siempre fue un lugar que le encantaba, ya que significaba nuevas experiencias por vivir. Pero también era el lugar de los "hasta la próxima" o "hasta nunca".

Tristemente, los días para Luna en España habían terminado, y tocaba volver. Así que fue amablemente acompañada por los chicos hasta dicho establecimiento de viajes y esperaron a su vuelo.

Se sentía la tristeza entre todos, y aunque Luna les haya dicho que se volverán a ver en Argentina, los chicos seguían con sus caras de perritos mojados.

Pasaron unos minutos y la despedida se acercaba. Luna tomó sus cosas y caminaron hasta la entrada para el check-in. Dio media vuelta y vio las caras de sus amigos antes de irse.

Abrazó a los cuatro fuertemente mientras escuchaba sus "buena suerte" para el viaje. Juani desbordó una lágrima que cayó por su cachete y Luna rió por lo exagerado.

—Dale, nos vemos en unos meses eh— dijo Luna mirando a Pipe, Juani y Andy. Ellos asintieron con la cabeza y se despidieron por última vez para alejarse y dejar a los ruludos solos.

Ambos se abrazaron por unos segundos, sintiendo todo tipo de emociones juntas. Al separarse, supieron que era momento de que cada uno vaya para su lado. La mirada verdoza de Luna fue a parar hasta los ojos marrones de Blas.

—No me hagas esperar mucho en la heladería— dijo con una sonrisa y señalandolo con el dedo—. Te espero con un cuarto de menta granizada.

Agarró sus valijas y se alejó con sus pasos por el pasillo donde tenía que hacer los datos para el vuelo. Blas quedó allí, mirando aquel pasillo que según él le había sacado todo en esta vida.

Había alejado a su persona favorita de su lado, con lo que había costado que pudiera mantenerse allí. Dos segundos y ya la extrañaba.

Reaccionó cuando escuchó el grito de Felipe atrás suyo avisándole que ya debían irse. Él dio media vuelta y caminó hasta sus amigos.

Hurgó en su bolsillo izquierdo y encontró el papel que deseaba. Un dibujo absurdo de una estrella que Luna le había dibujado hace unos días pero que para él significaba un millón de cosas.

Le encantaba el sentimiento de estar cerca de aquella ruluda de ojos verdes. Desde el minuto cero que supo que la amaría de por vida.

La amaba, y esa era la verdad.

Blas bajó del avión emocionado. Estaba devuelta en su país.

Una vez que hizo todo lo que tenía que hacer en España, decidió volver a su país junto a su familia, y de paso tomar un poco de helado.

Habían pasado aproximadamente dos meses desde que no se veía con su ruluda favorita. Y aprovechando su vuelta a Argentina, decidió no decirle nada y sorprenderla.

Así que su primera parada era su casa y luego caminaría hasta la heladería. Las emociones se mezclaron en su estómago al recordar todo lo que tenía por hacer y por fin reencontrarse con ella.

Salió del aeropuerto y tomó uno de los taxis que esperaban afuera, le indicó el lugar al que deseaba llegar y en veinte minutos ya estaban allí.

Bajó sus cosas del auto y tocó dos veces la puerta de su casa intentando no mirar a la heladería de al lado para no encontrase con dicha mirada verdosa. A los minutos, la puerta se abrió por una señora no tan grande, de grande sonrisa, pelo negro recojido en un rodete y ojos marrones.

𝚁𝚞𝚕𝚘𝚜 || 𝙱𝚕𝚊𝚜 𝙿𝚘𝚕𝚒𝚍𝚘𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora