XXI

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𝙽𝚊𝚛𝚛𝚊 𝙱𝚕𝚊𝚜:

Los nervios me consumían cada vez más mientras caminaba con una caja de acuarelas y dos pinceles en mis manos. Pues los de Luna se le habían caído al piso y roto hace un par de días. Sabía que le gustaba mucho pintar con ellas.

Iba camino a la heladería (en realidad ya estaba por subir las escaleras) con la idea de poder arreglar las cosas con Luna. Se que lo nuestro nunca tendrá final feliz, pero mínimo intentaría hablar con ella. El otro día fue horrible y no dormí en toda la noche.

Antes de subir el primer escalón, como si de un hilo invisible se tratara, dude mucho en subir. En atravesar la puerta y encontrar a la persona que tanto amo en este mundo, aquella puerta que me ocasionaba tanto en el cuerpo por el simple hecho de verla a ella.

De a poco, subí las escaleras respirando profundo con las cosas en mis manos. Una vez que llegué arriba pude observar a través del vidrio a Benja limpiando algunas mesas, uno de sus amigos y compañero de trabajo.

Nunca me cayó tan bien, siempre me miraba mal cada vez que venía a hablar con Luna, no se que onda ese chabon.

Entré escuchando la campanita que avisaba que un nuevo cliente estaba adentro del local y rápidamente Benja levantó su mirada para verme.

Antes de poder abrir la boca y preguntar por rulos, él se me adelantó.

—Si venís a buscarla, ella no está.

Fruncí el cejo intrigado de dónde podría estar Luna.

—¿Está enferma? ¿Le pasó algo?— esta vez fui yo quien habló primero dejando al otro con las palabras en la boca.

Benja tardó en contestarme. Dio vuelta el mostrador y tiró el repasador en el. Yo seguía confuso y parado en mí lugar cerca de la puerta.

—No, está bien. Va, que se yo— dale chabon, me haces confundir más—. Se la llevaron a Italia, sus papás...

Sentí como el color de todo el mundo se iba de a poco. Cómo el tiempo se frenaba sin aviso y mí cabeza me daba vueltas.

—Pensé que te había dicho algo. Yo me enteré ayer.

—¿Qué? ¿Se fue hace mucho?

—Una semana.

Bajé la mirada sintiéndome cada vez más culpable. Una semana desde que ella no estaba cerca mío, una semana en la que hubiera podido enterarme antes, una semana matándome del llanto por ella cuando ni siquiera estaba cerca mío.

—No me dijo nada...

—No creía que te lo hubiera dicho— levanto mí mirada para poder verlo mejor, pero mis ojos se nublaban—. Me contó lo de la pelea y me dijo que se sintió pésima. Cuando llegó al departamento, los viejos la estaban esperando para llevársela, ni ella sabía.

¿Ni siquiera fue por su voluntad? ¿Ella quería irse? ¿Culpa mía? ¿Culpa de ambos?

Cuando di media vuelta decidido a irme con el corazón roto, Benja me llamó.

Me acerqué al mostrador dejando las cosas ahí. El rubio me entregó un papel doblado por la mitad y yo lo tomé en mis manos.

—Lo encontré el otro día en la caja donde guardamos la plata— dijo mientras yo desdoblaba el papel.

Ante mis ojos apareció una de las obras de artes más bellas del mundo dibujada por ella. Un rostro lleno de lunares, rulos que tapaban gran parte de su frente y cabeza, un cuello delgado y media sonrisa.

Me reconocí dibujado en aquel papel luego de un par de segundos. Era todo de mí, no podía ser más idéntico. Debajo de este había una fecha escrita con lapicera.

26 - 10 - 2023

Me estruje la cabeza buscando algún pensamiento en el que haya pasado algo aquel día, pero no logré encontrar nada.

Mire a Benja quien ya me estaba miraba con sus ojos verdes clavados en mí. Dudé un poco en mí pregunta, pero la intriga me mataba.

—¿Sabés si va a volver? ¿Dijo algo de mí?— Benja negó con la cabeza respondiendo a mis dos preguntas.

Suspiré tristemente. Cómo podía haber sido tan imbécil de haberla dejado marcharse así nomás. Ahora lo que me quedaba era mandarle mensaje y poder ver qué hacer. Mínimo una despedida.

—Gracias Benja— él me dedicó una sonrisa forzada y yo me marché de ahí.

Bajé algunos escalones y me senté al medio de la escalera con mí celular. Había dejado las acuarelas y los pinceles adentro, pero no me importaba, no tenía a quien dárselos.

Busqué en mí WhatsApp su contacto, la tenía bastante abajo ya que no hablábamos mucho, me parecía una boludez cuando la podía ver todos los días a dos pasos de mí casa. Además, siempre era una bendición verla en persona.

Se me hizo un nudo en la garganta al darme cuenta que su contacto me había bloqueado. Empecé a mandar mensajes a lo loco pero no le llegaban.

Probé con instagram mientras la desesperación se hacía más grande en mí cuerpo. Lo mismo, bloqueado de ambos lados.

No me dejes, no así...

Frustrado, enojado, desesperado, triste y nervioso me refriego la cara con ambas manos, como si pudiera solucionar algo, como si en un abrir y cerrar de ojos ella podría estar la lado mío sonriendo como las pocas veces que lo hacía.

Intentando pensar una solución, pero no la había, y nunca la habrá. Solo lamentarme toda la vida de no haberme disculpado antes con ella.

Cada vez más sentía como mí cuerpo se apachurraba y sentía más las ganas de llorar. Sentado solo, sintiendo y pensando en un montón de cosas.

La noche cayó y con ella trajo las mínimas fuerzas para poder levantarme de ahí, caminar hasta mí casa y sentirme más vacío una vez que caí en cuenta de todo lo que viví con esa piba que le alegraba tanto los días, el cual no lo hará más.

Entré en mí casa y lo primero que vi fue a mí mamá bajando por las escaleras. Se sorprendió al verme ahí parado, con cara larga y solamente con un papel en mano.

—Blaschu, ¿Que pasó?— me pregunta mientras me agarra por los hombros mirándome a los ojos, y por una instancia de segundos siento que volví a ser el Blas que era antes, el niño que le tenía miedo a crecer y a conocer personas.

—Luna se fue... Volvió a Italia, y yo... Yo nunca pude despedirme, lo último que me dijo me rompió en dos y me fui corriendo como un cagón.

Intenté disimular mí llanto, pero se me fue imposible. Sus brazos me recorrieron por todo el cuerpo y rompí a llorar ahí mismo. Ni aquel calor de todos sus abrazos logró curar el frío de mí cuerpo y la soledad que habitaba en este.

—Espero volver a verla...


































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𝚁𝚞𝚕𝚘𝚜 || 𝙱𝚕𝚊𝚜 𝙿𝚘𝚕𝚒𝚍𝚘𝚛𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora