n+8

48 8 0
                                    

La mañana siguiente, cuando caí en cuenta de lo cómodo que era dormir en sus brazos y lo acostumbrado que estaba a ellos simplemente pude suspirar. No quería moverme demasiado pues temía despertar a mi pareja.
Podía notar sus pestañas, de un castaño tan claro que casi parecía rubio, inhalando y exhalando suavemente.
Mis dedos despejaron unos pocos mechones de su frente, mi pulgar delineo por encima de su barbilla. Pude notar la forma de su nariz, la barba de dos días que salía de sus mejillas, las mejillas con ese color rosado natural que solía tener, nada como su sonrojo cuando nos coqueteabamos. También fijé mi vista en su lunar, justo sobre sus carnosos labios, nada comparados con los labios secos que bese en Baku.
Me parecía increíble que pudiera ver a Max con tanto detalle. En realidad, las noches anteriores no había tenido la necesidad de hacerlo pues me centré más en disfrutar de él en todos los aspectos que me brindara, desde su cocina hasta las delicadas caricias antes de quedarnos dormidos. Podía jurar que ahora mismo desearía que su cara se llenará de pequeñas pecas muy similares a las nada evidentes pecas que yo tenía, aquellas que solo se notaban más en verano, pero lo deseaba tanto para poder contar cada una de ellas con lujo de detalle y así, en una semana contarlas de nuevo para saber si el número era mayor.

Me volví a acurrucar con cuidado, sabiendo que su brazo rodeaba mi cuerpo y así poder dejar un beso a la altura de su cuello, justo donde una de sus clavículas comenzaba.

—Si alguien le dijera a Lucas de Bahrein que ahora estaría en la cama de Max verstappen, siendo mimado como un niño simplemente habría pensando que eso era algo ridículo —Max seguía dormido apesar de mi discurso, si quiera inmutandose por mis susurros—, pero estoy agradecido de haberte besado en Baku. Porque siento que cada día me gustas un poco más y si esto no fuera un trato solo para despejar las dudas sobre tus emociones, me gustaría saber si podría llevarte a la cena de navidad.

Después de un vuelo de horas, una estancia de pocos días en Londres, una carrera de rutina con un George siendo George en España y la primera vez que experimente el pánico de la pista por los lugares en que ambos Mercedes estaban, teniendo por las...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Después de un vuelo de horas, una estancia de pocos días en Londres, una carrera de rutina con un George siendo George en España y la primera vez que experimente el pánico de la pista por los lugares en que ambos Mercedes estaban, teniendo por las últimas vueltas con todo esto sumado al trabajo tan constante que ahora caía en mis hombros paso otro mes.

Max y yo habíamos salido a cenar varias veces, en la mayoría en festejo de sus victorias y en otras solo porque extrañabamos tener momentos juntos. Las citas en realidad poco a poco se volvieron de restaurantes de pocas visitas a rica comida del Delivery en la habitación de alguno con películas de Ghibli o de acción que él disfrutaba ver.
Recuerdo incluso la vez que vio por primera vez Holw's moving castle, tomando la iniciativa para bailar al compás de la música y besarme, como ya era costumbre entre nosotros.
Incluso, en España creyó que era una excelente idea salir después de las 11 a caminar por las calles en busca de un restaurante o tienda de autoservicio abierta, cosa que no resultó de lo mejor porque todo estaba cerrado y solo éramos dos tontos tomados de la mano vagando por Barcelona.

Canadá fue en realidad una cita diferente, pues las comidas en la habitación se mudaron a una linda casa cerca de Québec, porque el campeón del mundo dijo que mereciamos un descanso de tan ajetreado trabajo.

—¿Entonces hablas francés? —preguntó con cierta inocencia después de yo haber tenido que hablar con el señor de edad mayor en la tienda de autoservicio a la que habíamos ido—. No sabía eso ¿cuántos idiomas hablas?
—Solo tres, inglés, francés, italiano y un poco de alemán pero puedo mejorarlo.
—Increible ¿el francés lo aprendiste por alguna razón en particular? —me quitó la bolsa de la mano, para abrir la puerta del coche y dejarme entrar dejando en el asiento detrás el resto se las compras—. ¿Tu padre también sabe esos idiomas no es así?
Apenas entró al auto asentí, buscando en las bolsas detrás una barra de KitKat.
—Yep, la escuela a la que fuí tenía como segundo idioma el francés y el italiano lo aprendí porque me fui de intercambio un año a Italia, así que fue necesario y sobre mi padre, sí, un hombre de negocios en todo su esplendor. Aunque me gustaría poder aprender mejor el alemán.

El camino a la pequeña casa, la casa que apenas entramos parecía nuestra de cientos de vidas o miles de años viviendo aquí, pero que en realidad era todo lo contrario. Max tenía un aire tan familiar y cariñoso que era imposible no pensar en planes futuros con él. En realidad, no parecía que estuviéramos juntos de hace poco, parecía una vida.
Los chismes se fueron disolviendo al pasar las semanas, pudiendo salir en público algunas veces y simplemente siendo más cuidadosos.

La noche terminó con nosotros siendo atendidos por el otro, en ese entorno tan cálido que nos brindaba la chimenea y con el olor a madera que la casa tenía por la naturaleza de su construcción, agradable y perfumada, con sillones suaves y las manos fuertes de Max. Besos, un poco más de cariño y alguna que otra marca de sus dientes en partes del cuerpo que ni si quiera quiero pensar.
Honestamente, el calor de su cuerpo contra el mío, cuando estábamos por quedarnos dormidos, fue lo que más me acurrucó entre las calidas mantas. Suspirando a cada abrazo.
—Max —interrumpí—, que privilégio es ser amado por ti —dije con una risa, risa que fue callada al instante por un beso y una sonrisa—, pero, quería decirte que, me mudare a Mónaco.
—Claro que lo harás —respondió entre murmullos y sueños—, te mudaras a mi casa y dejaré de decirle mía y será la casa de Max y Lucas.
—Tonto Verstappen, algo así. Pero necesito un Jet que lleve mis cosas de Londres a Mónaco, así que pensé en ti.
—Claro, cuenta con eso porque soy capaz de manejar las horas que sean necesarias.
Con esas palabras y mi corazón palpitando por las mismas, el neerlandés que yacía en mis brazos se quedó dormido, se quedó dormido dejándome con una sonrisa en la cara. Podría jurar que sin duda Max sabía cómo volverme loco.

Heart mechanic | Max Verstappen x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora