Capítulo 2: Un día Cualquiera

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2021

Eran las 5 de la mañana, el despertador sonaba con su habitual insistencia, arrancando a Izan de su mundo de sueños fragmentados. Con un suspiro resignado, se levantó de la cama y comenzó su rutina matutina en un automático silencio. La voz de su madre resonaba desde la cocina, mezclado con el olor de su leche con chocolate y el sonido de la tostadora haciendo un sonido chirriante dando a entender que ya estaban listas.

—¡Izan, date prisa! Vas a llegar tarde otra vez —llamó su madre desde la cocina, con su tono impregnado de preocupación y exasperación.

Izan suspiró mientras se preparaba para darse su ducha diaria, para luego preparar su mochila y ropa. Aparte de eso, también se preparaba mentalmente para otro día en el instituto. Sabía que no sería fácil. Los recuerdos de los días pasados seguían frescos en su mente, como cicatrices que se negaban a desvanecerse.

—Mamá, no hacía falta que me hicieras el desayuno, pero gracias —dijo Izan adormecido.

—Pues hoy me desperté más temprano de lo habitual y me dio tiempo a hacerte el desayuno, así que no te preocupes —respondió su madre genuinamente.

Izan la miró agradecido.

—Está bien, yo ya me voy al instituto.

—Perfecto, yo me iré a trabajar. ¡Que tengas un buen día, cariño! —Lo abrazó delicadamente, y se encerró en su despacho, ya que trabajaba desde casa.

Izan se quedó inmovilizado por unos momentos, mientras analizaba las texturas de las tostadas,  sintiendo el verdadero silencio a su alrededor.

—Tengo que irme ya, o se me hará tarde —dijo angustiado.

En el camino hacia el instituto, el murmullo de los estudiantes llenaba el aire, una plaga de risas y conversaciones que Izan prefería evitar.
Con la cabeza gacha y los ojos fijos en el suelo, se abrió paso entre la multitud, sintiéndose invisible entre la muchedumbre.

Al llegar al instituto, el ritual de la soledad continuaba. Mientras los demás se reunían en grupos animados, Izan se retiraba a un rincón apartado, buscando refugio en su propia compañía. Sin embargo, incluso en su aislamiento autoimpuesto, no podía escapar del escrutinio de sus compañeros.

—¿Qué te pasa, Izan? ¿Por qué siempre estás solo? —preguntó uno de los chicos de su clase, con una mezcla de curiosidad y burla en su voz.

—No es asunto tuyo —respondió Izan con frialdad, desviando la mirada hacia su teléfono móvil.

— Está bien chaval, no te rayes, sólo preguntaba jajajaj —respondió el chico burlándose de él.

El chico se va con su grupo de amigos mientras veía de reojo a Izan. Él notó que cuando el chico se reunió con sus amigos, empezaron a reírse y murmurar.

—Serán imbéciles —se dijo a sí mismo asimilando la situación mientras intentaba calmar su ira.

A medida que pasaban las horas, la monotonía de la jornada escolar se desplegaba ante él, una sucesión interminable de clases y exámenes que parecían carecer de sentido. La campana del almuerzo marcaba un breve respiro en su día, pero incluso entonces, la soledad lo perseguía.

UNTITLED (Una historia real)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora