Capítulo 19: La Tarde en Más Matas

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Era una tarde soleada y cálida, perfecta para una aventura. Brissa, Izan y Mohamed decidieron pasar el día en Más Matas, un barrio alejado donde Izan y Mohamed vivían. Las calles estaban tranquilas, apenas transitadas por vecinos que conocían de vista, lo que les daba una sensación de libertad y privacidad.

—Este lugar siempre me ha gustado —dijo Brissa, inhalando profundamente el aire fresco mientras caminaban por una calle bordeada de árboles.

—Tiene su encanto, ¿no? —respondió Izan, sonriendo.

Mohamed, con sus manos en los bolsillos, caminaba al lado de Brissa, asintiendo en silencio. El ambiente relajado les permitía disfrutar de la compañía sin prisas ni preocupaciones.

—¿Qué tal si exploramos un poco? —sugirió Brissa, con una chispa de emoción en sus ojos.

—Claro, ¿por qué no? —dijo Izan, aunque notó la mirada cómplice que Brissa le lanzó.

Caminando juntos, encontraron un pequeño túnel debajo de una vieja carretera. Era un lugar perfecto para esconderse del mundo, un refugio improvisado que prometía aventuras y secretos.

—Izan, ¿puedes darnos un momento? —pidió Brissa con una sonrisa traviesa.

Izan, acostumbrado ya a las travesuras de Brissa, asintió y se alejó, dejándolos a solas.

Brissa tomó la mano de Mohamed y lo arrastró hacia el túnel. El ambiente se volvió más íntimo mientras se adentraban en la sombra, las paredes de concreto amortiguando los sonidos del exterior.

—Moha —dijo Brissa, deteniéndose y mirándolo hacia arriba. Mohamed era muy alto, y ella tuvo que levantar la cabeza para encontrarse con sus ojos—. ¿Me das un besito?

Mohamed, sin decir una palabra, se inclinó y la besó. Fue un beso tierno, lleno de una mezcla de nervios y dulzura. Las manos de Mohamed rodearon suavemente la cintura de Brissa, acercándola más a él.

—Tus besos son tan... diferentes —murmuró Brissa, con una sonrisa en sus labios mientras sus rostros seguían muy cerca.

—¿Diferentes cómo? —preguntó Mohamed, un poco preocupado.

—Diferentes en el buen sentido —respondió Brissa, riendo suavemente—. Me gustan.

El beso se convirtió en varios, cada uno más confiado que el anterior. La tranquilidad del túnel les daba la privacidad que necesitaban, y el tiempo parecía detenerse.

—Brissa, ¿por qué te gusta besarme? —preguntó Mohamed de repente, con un toque de curiosidad en su voz.

—Porque eres especial, Moha. Me haces sentir segura y feliz. —dijo Brissa, acariciando su mejilla.

Mohamed sonrió, sintiendo una calidez en su pecho que no había experimentado antes. La cercanía de Brissa le hacía sentir importante, como si todo lo que él era, con todas sus inseguridades, fuese valorado por ella.

—No sé qué haría sin ti —admitió Mohamed, bajando la mirada un poco avergonzado por su confesión.

—No tienes que preocuparte por eso. Estoy aquí y no planeo irme a ningún lado. —respondió Brissa con firmeza.

—¿De qué hablan? —preguntó Izan, regresando a la escena, interrumpiendo el momento pero con una sonrisa amistosa.

—Nada importante, Izan —dijo Brissa, riendo—. Solo hablábamos de cosas tontas.

Izan levantó una ceja, escéptico, pero decidió no presionar más. Se unió a ellos y sugirió que siguieran caminando.

—Vamos, hay un lugar genial más adelante —dijo Izan, guiándolos.

Los tres continuaron su camino, disfrutando de la tarde y de la compañía mutua. La conversación fluía naturalmente, pasando de recuerdos del pasado a sueños futuros, con bromas y risas que llenaban el aire.

—¿Recuerdas cuando nos caímos del skate la primera vez que intentamos? —preguntó Izan, riendo.

—¡Sí! Fue un desastre total —dijo Brissa, riéndose también—. Pero fue divertido.

Mohamed los escuchaba, riendo con ellos, aunque muchas de las historias eran nuevas para él. Se sentía parte de algo más grande, algo que crecía con cada día que pasaban juntos.

—Me alegra haberlos conocido —dijo Mohamed de repente, mirando a Brissa e Izan con sinceridad.

—Y a nosotros nos alegra haberte conocido a ti, Moha —respondió Izan, dándole una palmada en la espalda.

—Definitivamente —añadió Brissa, tomando la mano de Mohamed y apretándola suavemente.

El día terminó con una puesta de sol que pintó el cielo de tonos naranjas y rosados. Los tres amigos se sentaron en una colina cercana, disfrutando de la vista y del momento de paz.

—Este es el tipo de días que quiero recordar siempre —dijo Brissa, suspirando felizmente.

—Y lo haremos —respondió Izan, sonriendo.

—Sí, lo haremos —añadió Mohamed, sintiendo que estaba exactamente donde debía estar.

Esa tarde en Más Matas se convirtió en un recuerdo preciado, una serie de momentos que fortalecieron los lazos entre ellos y dejaron una marca imborrable en sus corazones.

UNTITLED (Una historia real)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora