Los días siguientes al regreso de Brissa a Roses fueron un torbellino de emociones y actividades. Ella e Izan se encontraron a menudo, redescubriendo su amistad en los rincones familiares de la ciudad. Una de sus paradas favoritas era el skate park, donde jugaban al baloncesto o simplemente daban vueltas por el parque, recordando cosas del pasado y hablando de todo lo que habían vivido durante su tiempo separados.—¿Recuerdas cuando nos conocimos y te di con la pelota de basket en la cabeza? —dijo Izan, lanzando la pelota de baloncesto hacia el aro.
Brissa rió, atrapando el rebote.
—Obvio, sabés el dolor que me provocaste en ese momento?
—Sí, pero luego me lanzaste la pelota al huerto —respondió Izan, sonriendo—.
—Ya, pero luego me diste una patada en la pierna —dijo Brissa, devolviéndole la pelota—.
—Te lo tenías merecido por capulla—continuó Izan recordando cada momento.
—Ahora que estoy de vuelta, quiero aprovechar cada momento—dijo Brissa finalmente
Mientras caminaban por el parque, hablando y riendo, comenzaron a ponerse al día con sus vidas. Izan le contó sobre sus estudios, sus nuevos hobbies y cómo había empezado a cuidarse más, mientras Brissa compartía sus experiencias en Argentina, omitiendo los detalles más oscuros de su estancia allí.
—Es increíble cómo las cosas pueden cambiar en tan poco tiempo —dijo Brissa, mirando al horizonte—. Hace un año, no podía imaginarme volviendo aquí.
—Y mírate ahora —respondió Izan—. Estás aquí y estamos juntos de nuevo. Eso es lo que importa.
A medida que se acercaba la fiesta de San Juan el 21 de junio, Brissa e Izan seguían quedando para comprar fuegos artificiales y planear cómo celebrarlo. Una tarde, mientras estaban en la tienda de fuegos artificiales, Izan agarró el teléfono de Brissa y tuvo una misteriosa conversación.
—Oye, tío, ¿puedes venir a donde estamos? Vale, genial, nos vemos.
Brissa, confundida, miró a Izan con curiosidad.
—¿Quién era?
Izan solo sonrió enigmáticamente.
—Un amigo. Lo verás pronto.
Intrigada pero sin querer presionarlo, Brissa dejó pasar el asunto. Continuaron su paseo hasta que, de pronto, un chico alto montando en bicicleta se acercó a ellos. Brissa, avergonzada y sin saber cómo reaccionar, lo ignoró completamente, centrándose en Izan.
El chico misterioso solo hablaba con Izan, pero justo en la despedida, Brissa, como de costumbre, le dio un beso en la frente a Izan. Al girarse, el chico misterioso le chocó la mano con un puño, lo que la tomó por sorpresa.
—Hola —dijo Brissa, tratando de romper el hielo—. Soy Brissa. ¿Cuál es tu nombre?
—Mohamed —respondió él con una sonrisa—. Un gusto
—Lo mismo digo —dijo Brissa, sintiendo una conexión instantánea—. ¿Tienes Instagram? Me gustaría seguirte.
—Claro —dijo Mohamed, sacando su teléfono y buscándola en la aplicación—. Aquí tienes.
Mientras intercambiaban cuentas, Izan explicó cómo había conocido a Mohamed una semana después de que Brissa se fuera a Argentina.
—Nos conocimos en el insti—dijo Izan—. Ambos estábamos solos y empezamos a hablar. Resulta que tenemos muchos gustos en común.
—Sí, y desde entonces hemos sido mejores amigos sabes —añadió Mohamed—. Aparte que tú amigo también es un otaku al igual que yo, y también vamos juntos al gym.
Brissa se sintió aliviada y feliz de ver a Izan tan bien acompañado.
—Bueno, parece que he encontrado a otro amigo genial.
—Eso parece —dijo Mohamed, sonriendo—. Estoy seguro de que nos llevaremos bien.—dijo mirándola de forma coqueta.
Los tres pasaron el resto de la tarde juntos, comprando fuegos artificiales y planeando cómo celebrar San Juan. Mientras el sol se ponía, Brissa sintió que su vida en Roses estaba empezando a tomar forma nuevamente, con nuevas amistades y viejos lazos que se fortalecían.
En la noche de San Juan, el cielo de Roses se iluminó con los fuegos artificiales, reflejando las nuevas esperanzas y los sueños de Brissa. Con Izan y Mohamed a su lado, sentía que, a pesar de todo lo que había pasado, estaba exactamente donde debía estar.
Esa noche, mientras observaban los fuegos artificiales estallar en el cielo, Brissa se sentía en paz. Izan y Mohamed, a su lado, eran un recordatorio de que siempre habría personas que la apoyarían, sin importar qué.
—Gracias por todo —dijo Brissa, mirando a sus amigos—. No saben cuánto significa esto para mí.
—Estamos aquí para ti, Brissa —dijo Izan, sonriendo—. Siempre.
—Y no planeamos irnos a ningún lado —añadió Mohamed, dándole una palmada en la espalda.
Brissa sonrió, sintiéndose más fuerte y segura que nunca. Estaba lista para enfrentar lo que viniera, con amigos como Izan y Mohamed a su lado.
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UNTITLED (Una historia real)
RomancePrólogo En el bullicioso instituto, Izan y Brissa provenían de mundos opuestos. Brissa, popular y rodeada de amigos, contrastaba con Izan, un chico tímido que prefería la soledad, marcado por un doloroso pasado. Un día, mientras Izan jugaba al básqu...