CAPÍTULO 14

400 33 14
                                    

Honestamente, no deseaba ni siquiera mirarle a la cara después de lo sucedido el otro día; la rabia aún ardía en mí, y temía que si cruzábamos palabras, terminaría metiéndole una paliza. Mis días se deslizaron entre la biblioteca y la sala de entrenamiento, una rutina implacable que iniciaba a las cinco de la mañana con arduas sesiones de ejercicio, seguidas por horas de inmersión en la investigación.

Era una barbaridad la de clases de sobrenaturales y la variedad de poderes que podían llegar a tener. En mi búsqueda, encontré información sobre la criatura que nos atacó en Lyre: el "pseyu", era una entidad poco común, forjada mediante magia negra. Correspondían a los perros rabiosos de la gente de estatus. Se vendían en diferentes mercados junto con otras criaturas.

La simple existencia de esta criatura planteaba inquietantes preguntas: ¿cómo llegó a nuestro mundo? ¿Se escapó o alguien la liberó intencionalmente?

Mi intuición sugería que era la segunda opción. Por lo que personas con considerable poder y riqueza estaban involucradas en esta trama. Sin embargo, el motivo detrás de enviar esa criatura a nuestro mundo permanecía aún con una incógnita. ¿Era una amenaza directa hacia la central? ¿Una advertencia sobre futuros peligros? ¿Un acto de diversión para aquellos con influencia?

Cerré el volumen exhausta estirando mi espalda dolorida. Mis ojos estaban irritados por la constante lectura.

Aunque mi mente estaba a cien por hora, de vez en cuando la figura de William emergía en mis pensamientos. Imaginaba el sufrimiento que debía estar pasando, temiendo lo peor para mí.

Debía enviarle un mensaje.

Hacerle saber que estaba bien y que estaba trabajando para resolver el caos que se avecinaba. William era fuerte, pero sus preocupaciones por su familia podían llegar a devorarlo si no recibía noticias pronto.

Me levanté con una idea en mente.

Toqué suavemente la puerta de la habitación de Hunter, y él me recibió con una sonrisa burlona.

—¿Qué le pasa a mi pequeña asesina?

—¿Puedo hablar contigo? —pregunté.

—Sí, claro, pasa.

Su habitación era considerablemente más grande que la mía, con tonos neutros y grandes cuadros de paisajes oscuros que decoraban las paredes. Un amplio vestidor era visible, y me imaginaba que detrás de otra puerta se encontraba su baño.

—Cuéntame, ¿qué perturba esa pequeña cabecita de asesina?

—Me gustaría mandarle un mensaje a William y decirle que estoy bien.

Hunter frunció el ceño, y su expresión se volvió más seria.

—Eh, eh. Para el carro. No pueden saber que estás aquí.

—Ya lo sé. Solo quiero que le llegue una nota con mi letra que diga "Estoy bien". Nada más, ni dónde estoy ni cuándo voy a volver —le pedí suplicante—. Por favor, Hunter, no me imagino por lo que estará pasando. Pensará que estoy muerta o aún peor...

Lo miré con ojos suplicantes, esperando que entendiera la gravedad de la situación.

—Es mi única familia, además le dejarás tú el mensaje personalmente. Nadie más se enterará —insistí, rogándole con la mirada.

Hunter se tomó un momento para pensar y luego suspiró.

—Vale, lo haré, pero ningún mensaje más.

Un sentimiento de alivio me invadió.

—Muchas gracias, Hunter. Te debo una.

—Claro que me debes una —se levantó de la cama y extrajo una hoja de una libreta de un cajón—. Venga, escribe la nota antes de que me arrepienta.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora