CAPÍTULO 47

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Desperté envuelto en un calor familiar, sintiendo el abrazo reconfortante de Adham, quien aún se encontraba sumido en un sueño tranquilo, evidenciado por sus suaves respiraciones. La magia de la noche anterior seguía resonando en mi memoria, una experiencia simplemente increíble que había compartido con él.

Con precaución, revisé la habitación y observé los estragos que habíamos causado. Adham necesitaría sábanas nuevas, y un armario, y un escritorio.

Oh, y definitivamente una ventana nueva.

En resumen, una habitación nueva.

La próxima vez deberíamos tener más cuidado. Los costos de reparar la casa cada vez que nos dejamos llevar podrían superar el dinero acumulado en décadas.

Aunque persistía un sentimiento de culpa por los acontecimientos de la noche anterior, la proximidad de Adham eclipsaba cualquier remordimiento. Verlo en la cama, durmiendo plácidamente, sabiendo que con un simple gesto podría inmovilizarme, era impactante. Tan perfecto que ni siquiera parecía tener una mala cara por las mañanas. No me atrevía a imaginar cómo tendría yo el cabello en estos momentos.

—¿Tan obsesionada estás conmigo que me observas hasta cuándo duermo? —preguntó con una sonrisa pícara.

—Solo estoy considerando diferentes formas creativas de asesinarte —respondí, devolviéndole la sonrisa con complicidad.

Uno de sus dedos recorrió mis labios.

—A mí se me ocurre una muy divertida —contestó con lujuria.

¿Cómo un mínimo contacto ya podía ponerme tanto?

—¿A si? —pregunté con travesura.

Sonreímos cómplices de lo que estábamos a punto de hacer.

—Reunión en el salón —dijo Hunter apareciendo de la nada abriendo la puerta del cuarto.

—¡Hunter joder! —contesté cubriéndome rápido con la sabana.

—Date por muerto —se limitó a decir Adham incorporándose.

—¡¿No sabes que antes de entrar se toca la puerta?! —protesté, mientras trataba de recuperar algo de dignidad.

Hunter, sin inmutarse, cerró la puerta detrás de él.

Nos vestimos con rapidez y bajamos las escaleras encontrándonos con un señor sentado en el sofá.

—Creo que tenemos algo más urgente que discutir que las normas de cortesía —anunció Hunter, desviando la mirada hacia una hoja de pergamino que sostenía el brujo en su mano.

Adham y yo nos miramos intrigados, dejando de lado momentáneamente nuestra situación comprometedora.

—Soy Seknar, encantado de conoceros —se presentó con educación.

Los dos miramos a Hunter sin entender por qué ese brujo estaba en nuestra casa.

—Seknar viene de un aquelarre especializado en artes oscuras —explicó sentándose a su lado—. Acudí a él por consejo de Flora y después de contarle nuestro problemilla está dispuesto a colaborar con nosotros.

Lo miré con atención. Nunca debes de fiarte de los brujos, son como comerciantes de traiciones; te atraen con sus encantamientos, pero al final del día, tu confianza se vende al mejor postor, y sus conjuros de lealtad se desvanecen como humo en la oscuridad.

—Con la sangre de Layla y la tuya podría anular el hechizo por completo.

—¿Y cómo pretendes que lo haga si no la puedo hacer daño?

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