CAPÍTULO 21

365 32 13
                                    

Hoy era el día.

Después de pasar varios días recopilando información sobre los vampiros y escuchando los relatos de Jhein, me encontraba preparada para la subasta, un evento crucial que podría proporcionarme pistas sobre quién estaba detrás de este infierno y cuál era la ubicación de la salida.

La ansiedad me consumía mientras el tiempo parecía pasar lentamente. Cada minuto que transcurría aumentaba la presión y los nervios. Sabía que este día sería decisivo, marcando el inicio de mi estrategia para liberar a Marina y Light, y descubrir la verdad detrás de todo esto.

Me propuse convencer a la persona infiltrada de que me ayudara. Estaba segura de que él poseía información valiosa sobre la ubicación de la salida y quizás incluso conociera al cerebro maestro detrás de esta operación. Planeaba prestar atención a cada detalle durante la subasta, ya que sabía que la persona de detrás de esto estaría presente.

Decidí no llevar las llaves conmigo durante la subasta. Considerando la posibilidad de cambios de ropa o revisiones de seguridad antes de ingresar a la jaula de la subasta, pensé que sería más seguro dejarlas ocultas en la celda. Así, buscaba asegurar la mejor oportunidad para rescatar a mis compañeras.

Nos llevaron en fila, nuestras manos y pies encadenados, atravesando los intrincados pasillos del complejo. Siguiendo las indicaciones de los vampiros que nos custodiaban, dos giros a la derecha, uno a la izquierda, tres a la derecha y otros dos a la izquierda, finalmente llegamos a la entrada de una sala. Los dos vampiros bien vestidos se quedaron afuera, ejerciendo su papel de vigilantes mientras nos adentrábamos en la estancia.

Dentro de la sala, como sospechaba, nos obligaron a cambiar nuestra ropa y nos maquillaron para cubrir las señales de los mordiscos anteriores. Era evidente que la alta sociedad de vampiros no toleraría presentarnos ante ellos de manera desaliñada o "usada", como si fuéramos objetos de exhibición.

Durante el proceso de lavado y maquillaje, unas repentinas náuseas se apoderaron de mi cuerpo. Estaba rodeada por dos vampiras que trabajaban en su tarea de embellecernos. Nos encontrábamos todos desnudos, esperando a que terminaran de prepararnos antes de vestirnos como muñecos cuidadosamente seleccionados.

Cuando miré hacia abajo, noté los efectos de la semana que llevaba en este lugar: mi figura se había vuelto mucho más delgada y demacrada. Los huesos comenzaban a asomarse, evidenciando una pérdida de peso significativa, y calculé que había adelgazado al menos ocho kilos en este breve tiempo.

Una vez listos, nos desencadenaron y nos empujaron dentro de jaulas bastante estrechas, una para cada uno de nosotros. De repente, nos encontramos frente a un escenario abarrotado de personas. Supuse que habría algún truco de teletransportación involucrado, aunque no tuve mucho tiempo para reflexionar sobre ello.

Exploré con la mirada en busca de alguna cara conocida. La sala estaba llena de vampiros, cada uno identificado por un número en un cartel, al estilo de los utilizados en las subastas.

La sangre comenzó a hervirme al darme cuenta de que nos estaban tratando como objetos; la sensación de repulsión se apoderó de mí.

La subasta comenzó con la venta del primer chico, Theo, un pelirrojo con muchas pecas. Mientras pasaba, examiné a los invitados uno por uno, analizando sus rostros. Observé que no solo había vampiros; también había brujos, aunque en menor cantidad.

Los invitados disfrutaban de comida y bebida, incluso de lo que parecían ser copas de sangre. Estaban todos elegantemente vestidos con joyas caras, y algunos habían traído consigo humanos con collares como esclavos.

La humillación de la escena me resultaba insoportable.

Fui la última en ser subastada.

Theo y Jake ya habían sido llevados, gritando, a otra sala con sus compradores, los dos vampiros.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora