Capítulo 24: Dilemas y epifanías

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"...Te besaré como nadie en este mundo te besó, te amaré con el cuerpo y con la mente, con la piel y el corazón..."

-Mi soledad y yo/Alejandro Sanz

Jueves 05 de octubre del 2023, Chicago Illinois, 07:30 p.m.

Oscar

El dilema sobre decirle o no a Marissa las cosas que sabía se estaba volviendo insoportable, más aun sabiendo que no importaba qué decidiera hacer, igualmente habría consecuencias.

La tensión que sentía ya me estaba agobiando de sobremanera y en los días que siguieron de la semana, tuve un dolor horrible en la espalda. Estaba seguro que ese malestar no se debía solo a mi edad o al resentimiento que las articulaciones empiezan a sentir con la llegada del frío, considerando que el otoño ya estaba cerca. Pero, aunque cualquier médico que habría dicho que a mis cuarenta y tres años estaba todavía muy joven para padecer alguna molestia en los huesos, sinceramente eso hubiese sido mejor en comparación con el estrés de la situación real.

Necesitaba ir a ver a la única persona que sabría entenderme y escucharme, como siempre lo habría hecho. Necesitaba ir a ver a mi madre.

Había llamado a mamá para preguntarle si podría pasar a verla esa misma noche y al recibir una respuesta positivamente alegre de su parte, me di a la tarea de completar lo más humanamente rápido posible los pendientes del día, no sin antes decirle a Issa a quién iría a ver antes de nuestro viaje a Madrid y que el plan de quedarnos a dormir en el departamento de Pedro ya con las maletas hechas para salir temprano el viernes por la mañana seguía en pie. Ella me dijo que estaba bien, que iba a aprovechar para también ir a ver su madre para ver si necesitaba algo antes del viaje. Me despedí de ella con un largo y tierno beso en su boca de ensueño, prometiéndole que llegaría antes de las diez de la noche para cenar juntos.

A las siete treinta en punto, ahí estaba yo, sosteniendo una canasta con fruta fresca y una botella de vino tinto Cabernet suavignon de la marca Carmelo Rodero, ya que siempre había sido su favorito.

Caminé por el empedrado camino rodeado de arbustos que ya estaban cambiando de un bonito verde brillante por colores más secos, dorados y cafés. Desvié la vista un poco hacia la derecha y me sorprendí a ver que el limonero que planté cuando tenía diez años todavía seguía ahí, claramente más alto de lo que lo recordaba pero, se veía precioso repleto de esas diminutas flores blancas que después regalarían esos jugosos frutos con los cuales siempre hacía limonada para compartir con mamá. Era la única que siempre compartía esas cosas conmigo; en ese momento me pregunté por qué había dejado tanto tiempo de venir a verla... La última vez que había estado aquí fue hace seis meses por su cumpleaños y solo vine unos minutos para darle su regalo, minutos que se sintieron como el infierno mismo al estar respirando el mismo aire que mi padre...

—Oh, ahí está la respuesta, cierto... —pensé en voz alta mientras llegaba a las escaleras de la entrada principal de la casa—. Menos mal que no está aquí ahora, de lo contrario, creo que saldría corriendo...

¡Amor de-sastre! (Oscar Isaac y tú) [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora