‹†› XXI

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Jueves, odiaba los jueves, bueno, odiaba todos los días.

Sabía que el jueves le tocaba atletismo e ir al salón de fotografía a por unas impresiones para el anuario escolar y solía guardar una cámara fotográfica en su casillero. Le gustaba tomar fotografías, usar el pretexto del anuario escolar era perfecta para tomar fotografías de Kyle y no ser juzgado por ello.

No odiaba el anuario escolar, pero no era algo que le gustaba hacer; normalmente, no había nadie en el salón aparte de él, así que aprovechaba para cerrar la puerta con seguro y hacer ejercicio, tampoco es que alguien fuera a verlo, todos sabían que Eric era el único en ir al salón de fotografía y como nadie soportaba a Eric, se limitaban a no ir.

Suspira hondo y recuerda el día anterior, recuerda las frías, pero a la vez delicadas manos de su novionovio que le costaba asimilar tenía— en la línea de su cintura, cómo la acariciaba y cómo ocasionalmente besaba sus delgados pómulos con inexistentes mejillas. Lleva una mano a su cintura y hace el recorrido que él hizo por toda su línea axilar media hasta sus caderas y de ellas a su culo plano y después a los huesos de sus muslos. Se acuerda cómo todo fue por su propia iniciativa, nunca por la de Kyle, pero de todas formas lo disfrutó. Kyle se había ido a las diez de la noche y fue culpa de su ahora suegra, Sheila. Ella le había mandado más de trescientos mensajes cuando su hijo no regresó a las siete y el cuádruple a las ocho, no fue hasta que a las diez fue a buscarlo a su casa tocando con golpe violento, según ella, Ike le dijo que estaban en un proyecto de derecho; pero ella argumentó que era muy tarde y que estaba preocupada. Al final, Kyle se fue junto a su vecina, alias su suegra, alias Sheila.

Tiene que poner toda su voluntad en levantarse de la cama y al hacerlo, sus piernas tiemblan. Lloriquea y escucha a Mr. Kitty maullar en los pies de la cama cuando siente a su dueño remover sus pies debajo de su peludo cuerpo gatuno. Empieza a caminar hasta su puerta y la cierra, dejando ver el espejo de cuerpo completo que cuelga detrás de la puerta. Se mira en él y se analiza, suspira, se da vueltas sobre su propio eje, mirando su cuerpo: no puede ver su cuello por la papada y la grasa se le desborda de todas partes, los rollitos de piel se abultan en su gorda panza, sus mejillas son enormes y sus piernas son tan gruesas que una debe pesar lo mismo que un niño de nueve años, simplemente su reflejo es igual de horrible que su cuerpo. Mr. Kitty chilla y su dueño también al ver en su reflejo al mismo Eric Cartman de diez años; el mismo niño de diez años, gordo y feo, insultándole y repitiéndole lo mismo.

«Gordo»

El mero concepto de escuchar esas palabras y verlas reflejadas en el espejo lo abrazan en un llanto. Las lágrimas caen y siente el pelaje gris viejo de Mr. Kitty acariciar su talón, ella ronronea y siente como si lo estuviera confortando en un nivel tan íntimo que lo hace caer al suelo para abrazarla en busca de cariño. Ella lo abraza pero de un momento a otro las palabras de su novio retumban en su mente como un disco en repetición cuya única función es recordarle lo tan espantoso que es.

«No me gusta como te ves, ¡te ves mal, Eric! Me gustabas antes, no ahora, ahora no te ves bien, ¡todo lo contrario, te ves horrible!»

Esas palabras lo abruma, lo destruyen, lo hacen caer de rodillas y querer acabarlo todo. Mr. Kitty es una gata inteligente y cuando nota a su dueño llorar, ella se acerca abrazándolo en su pelaje. Eric no quiere ir si ya se vio al espejo y en su lugar quiere encerrarse y hacer horas y horas de ejercicio hasta que su cuerpo no soporte, porque en cierta parte, eso se merece: sufrir hasta no soportar.

Mr. Kitty llora y él la mira y sabe que ella tiene hambre, así que se levanta con la fuerza que parece Dios le da para alimentar a la codiciosa gata. Baja a la cocina y, como todos los días, ve aquella asquerosa pila de panqueques cubiertos en una gruesa capa grasosa e hipercalórica mantequilla que lo hace asquear. Abre el gabinete de arriba del microondas y saca una lata de comida para gatos; solían comprar comida enlatada y húmeda, ya que Mr. Kitty con el pasar de los años perdió el apetito, así que esa era la única forma de que la vieja gata coma. Abre, tanto con dificultad como con esfuerzo, la lata y vacía su contenido en el plato de la felina, la cual devora hambrienta.

New Person Same Old Mistakes [KYMAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora