Elizabeth se encontraba en su habitación, sentada en su escritorio, escribiendo en su diario. La pluma se deslizaba suavemente sobre el papel, pero su mente estaba llena de pensamientos turbulentos. Recordaba la mirada de Anthony y las palabras hirientes de Berbrooke resonaban en su cabeza: "No fue, no es ni será una Bridgerton". Unas lágrimas silenciosas comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras escribía.
Justo en ese momento, escuchó un suave golpeteo en la puerta. Rápidamente se secó las lágrimas con la manga y trató de recomponerse.
—Adelante —dijo, tratando de mantener la voz firme.
La puerta se abrió y su madre, entró con una expresión de preocupación al ver el rostro de su hija.
—Elizabeth, ¿estás bien? —preguntó, acercándose.
Elizabeth intentó sonreír, pero su madre no se dejó engañar. Margaret se acercó y se sentó junto a ella, colocando una mano suave en su hombro.
—Solo estoy preocupada, madre —respondió Elizabeth, tratando de sonar casual—. El futuro de Daphne me inquieta. Casarse con Berbrooke sería una condena. Tiene que casarse por amor, no por obligación. Y también me preocupa Emily y su frustración por no estar ya comprometida.
Margaret la miró con comprensión, pero no se dejó engañar por completo.
—Sé que esos son motivos válidos de preocupación, querida, pero puedo ver que algo más te tiene así de mal. ¿Qué ocurre realmente?
Las lágrimas que Elizabeth había estado conteniendo comenzaron a fluir de nuevo. Se giró hacia su madre, buscando consuelo, y la abrazó con fuerza.
—Berbrooke tiene razón, madre. Sus palabras son verdaderas —dijo, su voz quebrándose—. No fui, no soy, ni seré una Bridgerton.
Margaret la abrazó más fuerte, comprendiendo la profundidad del dolor de su hija. Acarició suavemente su cabello, murmurando palabras de consuelo.
—Mi querida Elizabeth, no dejes que las palabras crueles de un hombre ignorante te afecten. Tú eres valiosa por ti misma, sin necesidad de ningún título ni apellido adicional. Eres fuerte, inteligente y amada por todos nosotros. No permitas que nadie te haga dudar de tu valor.
Elizabeth sollozó en los brazos de su madre, dejando que las palabras de consuelo la reconfortaran. Margaret continuó susurrándole palabras suaves y amorosas, dispuesta a consolar a su hija durante todo el tiempo que fuera necesario.
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La familia Sinclair estaba reunida alrededor de la mesa para la cena. El ambiente, normalmente lleno de risas y conversaciones animadas, estaba cargado de una tensión palpable. Solo Lily y Benjamin, los más pequeños de la familia, hablaban de vez en cuando, ajenos a la incomodidad que sentían los demás. Sus padres, Margaret y William, observaban a sus tres hijas mayores con preocupación. James, el hermano mayor, también estaba atento, notando el silencio entre las hermanas.
Finalmente, William, cansado de la tensión, decidió romper el hielo con una sonrisa forzada.
—Elizabeth, hija querida, cuéntanos de tus aventuras por París y Grecia. Viviste en tantos lugares estos últimos cinco años —dijo, tratando de animar la conversación.
Elizabeth, con una sonrisa algo tensa, comenzó a hablar. Describió con detalle sus experiencias en París y Grecia, las maravillas que había visto, las personas que había conocido y los lugares fascinantes que había explorado. Sus padres y sus hermanos la escuchaban con interés genuino, pero Sophia permanecía en silencio, su expresión rígida y sus ojos fijos en su plato.
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Destinos Entrelazados (Anthony Bridgerton)
FanfictionEn los salones iluminados por las luces brillantes de la alta sociedad londinense, donde las risas y los susurros llenan el aire, se teje una historia de amor y secretos enterrados en el pasado.Lady Elizabeth Victoria Sinclair la segunda hija del in...