capitulo 7

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En la mañana soleada, Elizabeth se dirigió a los establos en busca de un respiro del estrés que sus hermanas le causaban. Emily seguía preocupada porque aún no había sido cortejada por ningún caballero, mientras que Sophia apenas le dirigía la palabra, excepto cuando era absolutamente necesario.

Al llegar a los establos, Elizabeth escuchó el sonido de golpes y jadeos provenientes del área de entrenamiento. Se escondió detrás de unas pacas de heno, observando a Simon y Mondrich en medio de una intensa sesión de entrenamiento de boxeo. Los puños de Mondrich se movían con una velocidad y precisión que Simon apenas lograba esquivar, devolviendo los golpes con fuerza.

—¡Vamos, Simon! ¡Puedes hacerlo mejor! —gritó Mondrich, incitándolo a no rendirse.

Simon se concentró, sus músculos tensándose mientras lanzaba un golpe directo al abdomen de Mondrich, haciéndolo retroceder. Después de varios minutos más de intercambiar golpes, Mondrich hizo una señal de alto, respirando pesadamente.

—Estás mejorando, Hastings —dijo con una sonrisa de aprobación.

Simon asintió, también sin aliento, pero con una expresión de determinación en su rostro.

Mondrich se despidió y salió del establo, dejando a Simon solo. Elizabeth esperó unos momentos antes de salir de su escondite.

—No sabía que eras tan aficionado al boxeo —dijo Elizabeth, sorprendiendo a Simon.

Simon se giró, sus ojos suavizándose al verla.

—Elizabeth, ¿qué haces aquí?

—Escapando de mis hermanas. —Suspiró, mirando el ring improvisado—. A veces necesito un respiro de todo.

Simon sonrió, comprendiendo.

—Te entiendo perfectamente. A veces, golpear algo es la mejor manera de liberar tensiones.

Elizabeth lo miró con seriedad.

—Simon, sé que hay más detrás de esos golpes. Espero que encuentres la paz que buscas.

Simon la miró, conmovido por su preocupación.

—Gracias, Elizabeth. —Hizo una pausa, pensando—. Deberías volver antes de que alguien te vea aquí.

Elizabeth asintió, dándole una última mirada de aliento antes de salir del establo.

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  A la noche de otro baile, Elizabeth se preparó con esmero. Su vestido era de un deslumbrante color azul celeste, adornado con delicados bordados plateados que acentuaban su figura. Su cabello estaba recogido en un elegante moño, dejando su cuello descubierto y realzando su porte refinado.

Entró al salón del brazo de su hermano, James, y se encontraron rápidamente con los Bridgerton, quienes los saludaron con alegría.

—¡Elizabeth! —exclamó Violet, sonriendo—. Estás maravillosa esta noche.

—Gracias, lady Bridgerton —respondió Elizabeth con una sonrisa.

Simon se acercó a Daphne y, con una elegancia natural, le ofreció la mano.

—¿Me concederías este baile, Daphne?

Daphne, con una sonrisa tímida, aceptó su oferta y juntos se dirigieron a la pista de baile. Elizabeth los observó, sintiéndose feliz por su amiga.

De repente, Lord Fife apareció a su lado, ofreciéndole el brazo con una leve inclinación de cabeza.

—¿Me haría el honor de acompañarme en un baile, señorita Sinclair?

Destinos Entrelazados (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora