Capítulo 10: Liebe

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Sangre.


Sólo había sangre, mis manos, mi cara, mi cuerpo entero tomaba el calor que emanaba de aquel líquido carmesí.



Fijé mi vista al frente y el grito surcando mi garganta no se hizo esperar. Mis ojos se desorbitaron viendo tal espectáculo del grupo de cuerpos extendidos frente a mi. Vecinos, mis propios amigos... las personas que consideraba como mi familia...



—Aiden...



Me desperté abrumada mientras veía como tía Delia entraba a la habitación con su estuche de maquillaje. Me reincorporé como pude en la cama observando temblorosa mis manos.



—Tabata, querida, que bueno que ya estés despierta ¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?



Quité la vista de mis manos y la dirigí hacia mi tía, quién me miraba con preocupación.



—Si... supongo que tan solo fue una pesadilla.



Me levante perezosa de la cama y me introduje a la ducha, el agua caliente aminoró mis pensamientos convirtiendo aquel sueño en tan solo un viejo recuerdo de mi mente. Pero al mismo tiempo trayendo uno nuevo a flote.



Hoy es Lunes. Hoy tengo que ir a la escuela. Hoy... veré a ver a Aiden.



La cabeza se me revolvió y me maree a ta punto de que casi me caigo con el jabón.



—Taby ¿Está todo bien allí dentro?



—Si, solo que...—dejé la frase en el aire mientras enrollaba una toalla al pecho y me asomaba para ver a Cordelia Dumort a través del espejo —¿Como se debe actuar después de un beso?



...



Caminé si prisa hacia la escuela, la charla anterior ya me había atormentado lo suficiente como para poder preocuparme de otra cosa que no fuera mi inminente atraso, además Leila me había llamado diciéndome que ha enfermado de Quién Sabe Qué Cosa y no me podría traer hoy, por lo tanto me vi obligada a caminar.


Genial ¿No?



Suspiré al encontrarme de frente al gran edificio, entré sin más. La entrada comúnmente llena de hadas, vampiros, humanos, zombies o licántropos estaba curiosamente vacía. Enserio, siempre había alguien, pero esta vez no había ni un alma rondante ¿Acaso era día festivo y yo no me había enterado? ¿Tan atrasada estoy?



Revisé la hora en mi celular confirmando que apenas eran las Ocho de la mañana. Extrañada caminé hasta mi casillero. ¿Dónde carajos estaba todo el mundo?



Un breve destello de la pesadilla de esta noche me perturbó.



Me cansé, tomando una profunda respiración busqué a través de mi olfato una señal de vida. Y la hallé.



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