Capítulo 12: Dolores

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Capítulo 12: Dolores


Esta charla con Leila se ha convertido en una de las más largas y complicadas de toda mi vida. Me hizo relatarle con lujo de detalles cada instante, momento he incluso gesto que haya sucedido en mi casa luego de haberle colgado la llamada.



— ¡Lo sabía! Sabía que sentía algo por ti desde el momento que salió a buscarte en la cafetería —su vocecilla de emoción retumbaba en mis oíos.


Reí acomodándome mejor en la mullida cama de mi mejor amiga.


—Pasemos a un punto más importante. ¿Cómo te has sentido? —con todas sus preguntas casi había olvidado el motivo de mi visita—Por cierto ¿Qué tienes? No me lo dijiste cuando llamé esta mañana.


Vi como su rostro se colocaba rojo mientras retorcía sus dedos. Usaba su pijama rosa pastel, el desinado especialmente para situaciones especiales, en este caso su "enfermedad".


— No lo entenderías —su voz había disminuido a casi un susurro apenas perceptible. Para un humano.


— ¿A qué te refieres? —inquirí. Esto era muy extraño a decir verdad —Sabes que puedes decirme lo que quieras.


—Tengo dolores.


No lo capté.


—¿Dolores? ¿Qué clase de dolores?


—¡Te dije que no entenderías! ¡Son dolores menstruales genio!—gritó tirando una almohada hacia mi rostro. No la esquivé, estaba demasiado concentrada haciendo funcionar los engranajes de mi cerebro. Ahora si lo comprendía.


Y sí, yo no lo entendía. No podía.


—No sabes la increíble suerte que tienen las de tu especie —se acomodó junto a mi cuando me acosté, ambas observando el techo como si fuera lo más interesante del lugar. Bufé.


— Sabes que no es cierto, quizás en eso sí pero todo lo demás es cuesta abajo —a pesar de todo, Leila siempre vio con optimismo mi estilo de vida, obviamente eso tampoco podía comprenderlo. Recordé algo importante —¿No puedes, ya sabes "borrarlos"? ¿No hay algún hechizo para eso?


—Si lo hay, pero mamá no quiere enseñármelo —se acomodó de costado apoyándose sobre su codo para observarme desde arriba— Dice que debo pasar por esto para conocer el dolor de una mujer normal y bla bla bla —su cara y su mano libre hacían gestos mientras hablaba.


—Qué pena tu vida —digo sarcásticamente.


—Mmm... —se limita a asentir. Me mira directo a los ojos como tratando de leer mi mente. Las ideas cruzan su cabeza y ruego para que no tengan que ver conmigo —Tenemos que ir de compras, ahora.


Se levanta de un salto y con una sonrisa parecida al gato de Alicia en el Pais de las Maravillas. Dioses. No me gustará lo que viene.


—¿Qué? ¿Por qué?


—Uhg, para la cena de mañana ¿Quizás? —se encoge de hombros y me mira como si fuera lo más obvio del mundo.


—No necesito ropa nueva para eso y tú tampoco —me pongo de pie mientras señalo su closet hasta arriba de ropa.


—Claramente no comprendes pequeña Tabata.Tienes que verte mejor de lo normal —arrugo el entrecejo sin comprender, me lanza un suspiro —Eres más lenta de lo que pensé. Aiden irá y tu, mi queridísima amiga lo tienes que dejar babeando.


Mi risa nerviosa aparece de nuevo cuando veo a Leila cambiándose y alistándose para salir.


—¿No oíste la parte de la historia en que te dije que tuve que usar el vestido morado que Tía Delia me regaló la navidad pasada? —solté todo de corrido.


—Sí, lo oí y amo a Delia por eso.


Solté un suspiro arrebatador tapando mi cara con la almohada, estas dos parecen cortadas con la misma tijera.



—Que jodida saliste —me tomó de los tobillos y jalándome de la cama —Mueve tu trasero que ya lo he decidido.


—¿Qué sucedió con tus dolores menstruales?  




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