Capítulo XV

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El día se estaba terminando, al igual que el efecto del brebaje docilizador. Michael bajaba las escaleras con una caja plateada en sus manos, mirando el reloj que marcaba la cercanía de la medianoche.

Era hora de preparar el paso secreto de su plan.

Había mandado a dormir a Samael, o más bien lo forzó a quedarse dormido con sus poderes, llevándolo en brazos hacia su habitación. Necesitaba total atención para lo que se venía, y no lograría concentrarse si su hermano menor estaba despierto, existiendo la posibilidad de que descubra lo que planeaba hacerle a sus otros hermanos e incluso intentara detenerlo. 

- Es lo mejor para el plan -Se repitió a sí mismo en voz alta, aunque eso no impedía que se sintiera incomodo por hacerlo.

Tenía que asegurarse que el proyecto de purificación no sea descubierto ni por su Padre o los habitantes del Cielo. Si alguien se enterara del proyecto, todo lo que construyó se destruiría en un segundo como un castillo de naipes, y ni hablar si Padre se llegaba a enterar.

La idea de terminar como ellos puso su piel más pálida y lo hizo sudar. El imaginar que Padre le haga a el y sus hermanos lo mismo que a los impuros era material de pesadilla.

Nadie había salido intacto de la verdadera furia de Padre. Aquellos que lo enfurecieron no volvieron a ser vistos o mencionados, volviéndose polvo de estrellas en el espacio infinito, decían los rumores en los rincones mas inhóspitos del Cielo. Incluso el mismo como arcángel carecía del pleno conocimiento de los castigos de Dios,  limitándose a los suyos propios y algunos hacia sus hermanos. 

Lo único que sabe a la perfección es que Padre es creativo a la hora de castigar a quienes lo han agraviado o decepcionado. Un experto en meterse en los cerebros de la gente y hacerles sentir el Infierno en carne propia. Sabe de primera mano como el creador consigue esto, pero mas que nada, la diversión que Padre obtiene al destrozar a los demás. 

Es por eso que tiene que hacer esto. Si bien confiaba en que sus hermanitos no aflojaran la lengua, era bien sabido que la mayoría se quebraría al menor indicio de presión que Padre ejerciera sobre ellos, revelando el plan que le tomó meses elaborar. Lo mejor para que todos se salven de la ira de Padre es tomar las medidas adecuadas para prevenir tales escenarios.

Aunque le hubiera gustado que no fuera de una forma tan... inapropiada.

Llegó a la mesa donde sus hermanos aún yacían sentados en las sillas sin moverse como las muñecas que eran. Una sonrisa pequeña se asomó por sus labios al recordar como jugó con ellos hace rato, pero no era momento de pensar en eso.

Era momento de maquillar sus huellas. 

- Levántense de las sillas y quítense la ropa -Ordenó Michael, empezando a mover su mano izquierda, la cual brilló con energía angelical.

Mientras sus hermanos obedecían, los cubiertos y platos levitaban rumbo hacia la cocina, empezando a lavarse solos. Antes de que se vaya con los demás cubiertos, Michael tomó el tenedor manchado con la sangre y carne de Rafael y lo guardo adentro de su bolsillo. Esto le servirá para futuros experimentos.

Dejo la caja plateada en la mesa y la abrió lentamente, revelando que en su interior descansaba un frasco con tinta negra con motas doradas y un dispositivo extraño. Michael lo tomo entre sus manos mientras le hacia gestos a Gabriel para que se acercara.

- Acuéstate boca abajo sobre la mesa y guarda tus alas -Ordenó, su atención ahora concentrada en armar el raro y extraño dispositivo frente a él.

De reojo pudo observar como el mensajero obedeció su orden, guardando sus alas y recostándose sobre la mesa sin rechistar. Su brazo ya no estaba doblado en una posición torcida, pero era fácil notar como aún estaba roto. Nada de que preocuparse, sanará en la mañana. Termino de ensamblar el aparato en sus manos y se quedo mirándolo con una expresión nerviosa.

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⏰ Última actualización: Jul 20 ⏰

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