Capítulo XI

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Apretó las sábanas con fuerza entre sus pálidos dedos, su rostro sudoroso se deformó en un ceño fruncido. Los pequeños gritos ahogados salían de sus labios, mientras las pesadillas la atormentaban.

Rodó en la cama, incómoda y con las sábanas ahora en el suelo, sintiendo el frío en su habitación. Lágrimas caían por sus ojos cerrados, y sus labios se abrieron para liberar ruegos que no serían escuchados.

- Por favor... por favor perdónenme... se los ruego... -Rogaba desesperada, hablando dormida y abrazándose a sí misma.

Pero la pesadilla no se fue. Nunca se iba una vez que llegaba, siempre ahí para atormentarla en sus sueños, el único lugar donde estaba a salvo en este pozo de fuego.

Ese era su castigo, después de todo.

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Su boca se llenó de sangre apenas tragó lo que tenia en la garganta, y pronto, todo cambio a su alrededor.

Soltó la fruta en su mano como si esta le quemara la piel. Casi al instante, las nubes oscurecieron el cielo azul sobre su cabeza. La hierba verde debajo de sus rodillas se secó rápidamente, y el viento soplo furioso, revolviendo su cabello.

De repente, el frio la envolvió, llegando hasta sus huesos. Se abrazó a si misma temblando, tanto por el miedo y por la baja temperatura al que su cuerpo fue sometido por primera vez.

Ella miró detrás, buscando a sus dos nuevos amigos, pero ellos no estaban allí. Lágrimas salieron de sus ojos al sentir como la abandonaron en este momento aterrador, aunque recién prometían estar aquí para ella.

Al parecer fue una una mentira, la primera de muchas. Risas llegaron de la nada, similares a las de sus amigos, burlándose de ella por creer que ellos realmente intentaban ayudarla, pero parece que solo fue un payaso del que podrían reírse.

Sintió como la furia lentamente invadía su corazón, pero eso fue cortado por la brillante luz blanca que iluminó todo a su alrededor. Unas voces que apenas le sonaban humanas hablaron con furia y decepción. Un zumbido en sus oídos le cortó una parte de lo que decían, pero pronto las palabras se volvieron más claras.

- ¿¡Cómo haz podido desobedecernos!?¿¡Acaso lo que te hemos brindado no es suficiente para ti!? -Habló molesta esa voz, y la temperatura del lugar pronto aumentó- ¡Es imperdonable, y tu serás castigada por insubordinación!.

No podía ver a los dueños de las voces aterradoras gracias a la luz, pero ella sabía que poseían ojos, ya que sintió a los múltiples ojos que la observaban con juicio y decepción, pero más que nada, con ansia de castigarla.

- ¡Por favor, perdónenme!¡Yo... yo no pensé... -Fue cortada antes de poder continuar.

- ¡Usted fue muy bien advertida de las consecuencias, y decidió ignorar las palabras divinas de su creador! -Un par de ojos plateados la miraron con indiferencia- ¡Es por eso, que serás enviada a un lugar donde nunca más volveremos a escucharte!¡Aprenderás lo que se siente ser ignorada por los que se preocupan por ti, pasando el resto de tu vida fuera del paraíso!.

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