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La mansión estaba iluminada por cientos de luces que brillaban como estrellas artificiales. Los invitados, vestidos con sus mejores galas, se movían entre risas y copas de champagne, mientras la orquesta tocaba suavemente en el fondo. Era una fiesta que podría haberse comparado con las de la época dorada de Hollywood, pero estaba ocurriendo en el corazón de Ciudad de México.

Ángela Verné, la actriz más famosa de todo México, se encontraba en el centro de atención. Su belleza era hipnótica, su carisma innegable. Todos los ojos estaban sobre ella, no solo admirando su belleza, sino también su aura de inaccesibilidad. Era una de las pocas mujeres que podía ser comparada con la legendaria María Félix, aunque la misma María había despreciado tal comparación.

"Una comparación de muy mal gusto," había dicho María Félix en una entrevista. "Ángela Verné no es más que una ilusión. La gente estaría muy sorprendida al saber el tipo de persona que es en realidad."

Desde entonces, los rumores sobre Ángela se habían multiplicado. Se decía que detrás de su imagen perfecta había una mujer fría y calculadora, dispuesta a cualquier cosa por mantener su estatus. Pero en esa noche, nadie parecía interesado en los rumores. Todos querían un pedazo de Ángela, todos querían ser vistos con ella, aunque fuera solo por un momento.

Ángela sonreía y se movía con gracia entre la multitud, aceptando los cumplidos con una elegancia que solo ella poseía. Pero detrás de esa sonrisa, había una soledad palpable. ¿De qué servía llegar a la cima de la pirámide si no había con quién festejarlo?

Mientras tanto, en un rincón oscuro de la sala, Teresa observaba. Era su amiga de muchos años, conocida por su franqueza y su preocupación por Ángela. Para Teresa, la situación de Ángela no era solo lamentable, sino peligrosa. Ángela no era solo una estrella, sino también la esposa de Miguel Ángel Félix Gallardo, uno de los narcotraficantes más poderosos y temidos de México.

Se acercó a Ángela con una expresión seria en el rostro. —Ángela, ¿podemos hablar en privado?.

Ángela asintió, sabiendo que no tenía sentido esquivar la conversación. Siguió a Teresa fuera del bar, hacia un rincón más tranquilo del jardín.

—¿Qué sucede, Teresa?.—preguntó Ángela, tratando de no sonar molesta.

—Ángela, no puedo quedarme callada más tiempo,—dijo Teresa, con una voz cargada de preocupación.—No puedo creer que sigas con Félix. ¿Qué estás pensando?

Ángela desvió la mirada, sintiendo una punzada de culpa.—Lo sé, Teresa. Pero... no es tan simple.

—Sí, lo es—insistió Teresa.—Te estás poniendo en peligro. No solo a ti misma, sino a todos los que te rodean. ¿Vale la pena?

Ángela sintió que algo se encendía en su interior. —Teresa, ¿qué sabes tú de lo que vale la pena para mí? Miguel es mi esposo. Lo amo. No es tan simple como quieres hacerlo parecer.

—Ángela, él es un narco,—dijo Teresa, con voz firme. —No puedes seguir ignorando eso.

—¡No lo ignoro!—exclamó Ángela, sintiendo su rostro enrojecer de ira.—Sé perfectamente quién es Miguel y lo que hace. Pero eso no cambia lo que siento por él. Él me ama y yo lo amo. ¿Por qué no puedes entenderlo?

Teresa la miró, sorprendida por la intensidad de su reacción. —Solo quiero lo mejor para ti, Ángela. No quiero verte destruida por alguien como él.

—¿Destruida?—Ángela dejó escapar una risa amarga. —Teresa, si no puedes aceptar mi vida y mis decisiones, entonces tal vez deberías reconsiderar nuestra amistad. Estoy cansada de tener que justificar mi amor por Miguel a todo el mundo.

Teresa retrocedió, herida. —Ángela, no estoy tratando de atacarte. Solo quiero que estés segura.

—Y estoy segura—respondió Ángela, su voz firme.— Félix me hace feliz. Me siento completa con él. Si no puedes aceptar eso, eres libre de irte.

Un silencio tenso se instaló entre ambas mujeres. Teresa miró a Ángela con tristeza, sabiendo que había perdido esta batalla. —Está bien, Ángela. No quiero perderte como amiga, pero tampoco puedo quedarme y ver cómo te hundes.

Ángela asintió, sus ojos llenos de determinación. —Entonces haz lo que debas hacer, Teresa. Pero no vuelvas a cuestionar mi amor por Miguel.

Teresa se dio la vuelta y se alejó, dejando a Ángela sola en el jardín. Ángela cerró los ojos por un momento, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza. Sabía que amar a Miguel no era fácil, pero estaba dispuesta a enfrentar las consecuencias.

Mientras regresaba a la fiesta, Ángela se dio cuenta de que, aunque la cima de la pirámide podía ser solitaria, no estaba completamente sola. Había elegido su camino y estaba decidida a seguirlo, sin importar lo que los demás pensaran.

Al final de la noche, mientras los últimos invitados se iban, Ángela se quedó en la entrada, despidiéndose con una sonrisa sincera. Teresa la observaba desde lejos, sus ojos llenos de preocupación y esperanza. Sabía que la batalla por el corazón y la mente de Ángela no sería fácil, pero estaba dispuesta a apoyarla en cada paso del camino.

Porque para Teresa, Ángela no era solo una amiga. Era una mujer increíblemente fuerte, atrapada en una situación complicada.

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⏰ Última actualización: Jun 05 ⏰

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𝐃𝐀𝐍𝐂𝐄 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐄𝐕𝐈𝐋 | narcos mexicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora